Despídete de los saludos,
para saludar tu última despedida.
Ve desde el dulce y blanco océano,
navegando hasta las ráfagas infernales.
/
Espera. Ya no existen los sueños,
no despiertas, no hay motivos terrenales.
Nada más vacío, indiscios perversos,
llevaderos a su guardian, Cerbero.
/
Y no pudiste, no llegaste a silbar,
esa canción que tanto anhelabas zumbar.
El elenco de almas perdidas te acompañan,
careces de público, llantos y alabanzas.
/
No existes, eres parte del polvo insignificante,
que una vez había acalorado otros cuerpos.
Ni las memorias te quieren, pérdida arrogante,
he sido yo quien despide, mi propio duelo.
/
por Sergio Hernández Velázquez