Conocer los usuarios en la red y sus gustos se ha convertido en un millonario negocio y en un fértil campo para la criminalidad.

por: Eduardo Vargas Estrada

¿Sabe usted cuánta información personal es divulgada y quién es el receptor de esa información en el amplio mundo del ciberespacio?

Pues sepa que la información que busca, comparte, sube y baja al internet vale miles y hasta millones de dólares y su divulgación es tan legal como ilegal.

El reciente ataque o “hackeo” a los servidores del Playstation Network (PSN) ha traído a la discusión pública la seguridad de los individuos que participan de varios servicios en la red. A la PSN le robaron la información de sus 77 millones de usuarios, accesando historial de compra, números de tarjetas de crédito, nombres, direcciones y hasta el seudónimo que utilizan éstos.

Más que un juego.

Muchos bienes son comprados en la red con relativa seguridad pero el bien más importante continúa desplazándose de computadora en computadora y éste es el de la información personal.

La red social Facebook y sus cerca de medio billón de usuarios, comparten su información personal en un acuerdo libre basado en su política de privacidad. Facebook toma la información personal de sus usuarios (como los gustos, religión, lugar de vivienda, intereses, etc.) y segmenta la publicidad, creando anuncios directos. Ésta es la principal fuente de ingresos del gigante de las redes sociales, añadiéndole cerca de $250 millones sólo con la publicidad de Microsoft.

Aunque la red social cela la información de sus usuarios, un estudio realizado en 2010 por el Wall Street Journal demostró que las diez aplicaciones más populares de Facebook, entre las que se encuentran Farmville y Texas Hold Em Poker, comparten los datos de sus usuarios con terceros, es decir, con compañías ajenas al acuerdo de confiabilidad original. El portal de Mark Zuckerberg le adscribe un número o “Facebook ID” a los perfiles para recopilar sus intereses sin divulgar la identidad o datos personales.

Tal intercambio de información se ha convertido en un negocio para las firmas de publicidad que hacen su mercado en la web. Dicho estudio presenta el caso de la firma niuyorquina Lotame que se dedica a recopilar los intereses de los usuarios en el internet para crear perfiles, “audiencias” según la actividad de éstos en varios portales.

Por ejemplo, si buscas información sobre películas de horror, recetas para bizcochos y boletos para un concierto de rock en el estado de Illinois, el pérfil describiría a una persona que disfruta de películas de horror, bizcochos y música rock que interesa viajar a Illinois. A dicho perfil la publicidad atinada sería de un concierto de heavy metal en Chicago, transformando el anuncio en información de interés. Tales perfiles se venden a $1 por el paquete de mil (a diario) y pueden ser segmentados desde mil a uno.

Del negocio al crimen

Algunos rumores han establecido que la información extraida del PSN se vende en el mercado negro por $100 mil. Con los números, nombres y direcciones, los complices de ese crimen pudieron apropiarse de los 10 millones de números de tarjetas de crédito en la red que incluye los servicios de Qriocity.

Sony publicó una carta explicando la situación a sus clientes. El documento se centró en las alternativas que sus clientes podrían acceder para monitorear su actividad crediticia en caso de algún fraude. No obstante, una demanda de clase ascendente a $1.04 billones se radicó contra la compañía de electrónicos a finales de abril. Natash Maksimovic, demandante, reclamó en la demanda que a la compañía: “le interesa más la protección de sus video juegos que la intimidad de sus clientes”. Añadió que, “si no se puede confiar (información sensitiva) en una mega-corporación como Sony, ¿En quién se puede confiar?”

Ya sea juego o negocio, la información se ha convertido en un bien y quién la tenga tiene un novedoso poder adquisitivo. El capitalismo rampante ha transformado las reglas del juego: la tecnología, los negocios y el rol de los gobiernos. En la era de los individuos, como la ha descrito el columnista del New York Times Thomas Friedman, son los individuos los que deben cuidarse del espionaje comercial, el que te etiqueta como consumidor y te atrapa en una red de lenguaje persuasivo que impulsa el consumismo. Pero más que la propaganda, debemos cuidar la información vulnerable a robos de dinero, de identidad y de los bienes que hemos adquirido a través de la red.