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¡Qué tiempo tan formidable nos ha tocado vivir! Hemos sido testigos de cambios tecnológicos asombrosos, la ordenadora de datos (computadora) facilita las comunicaciones como nunca antes, la medicina ha avanzado y muchas enfermedades que antes menguaban comunidades enteras ya han sido erradicadas, el hombre caminó sobre la superficie lunar y muchas otras maravillas podrían enumerarse.

No todo es positivo y esto no es noticia para nadie. La humanidad sigue cometiendo crímenes horrendos contra sus congéneres, contra sus familias y comunidades, no nos alimentamos correctamente y esto causa degeneración en nuestros organismos, y ¿qué podemos añadir sobre el daño al ambiente? Mejoramos en unas áreas y necesitamos cambiar otras.

Vivimos rodeados de unas comodidades que otras generaciones capitaneadas  por el escritor Julio Verne solo podrían imaginar. Reducimos el tiempo de cocinar los alimentos con el uso del micro ondas, acortamos distancias con carreteras rectas y preparadas para la velocidad, la duración del catarro también se puede acortar gracias a medicamentos para ese particular y podríamos seguir enumerando nuestra buena fortuna.

¿Por qué entonces vemos tantas personas decepcionadas de la vida, enfermas del cuerpo,  del alma y la mente?  Creo firmemente que la respuesta está en el enfoque, en nuestras expectativas de la vida. Deseamos aquello que no conviene tener. Pedimos y esperamos recibir lo que nos convertirá en personas más felices. Se nos olvida que la felicidad y el placer duran  muy poco tiempo y que no la brinda ninguna persona, ni nada que puedas adquirir en la farmacia.

Existió un hombre cuya fama, poder y fortuna sobrepasan los límites geográficos y del tiempo. Jamás ha sido ni será igualado.  Su nombre es Salomón.  Este hombre tuvo una oportunidad que nadie había tenido hasta ese momento (1 Reyes 3:5), pedir lo que quisiera y le sería concedido. ¡Qué oportunidad tan maravillosa!  Sabes que tú y yo también tenemos esa oportunidad.  Pedir, pero ten cuidado porque se puede hacer realidad tu petición. ¿Si fuera hoy tu día de pedir, hacia donde  te inclinarías? ¿ Pedirías fama, dinero, posición social, una pareja?

Salomón pidió sabiduría  y su respuesta agradó a Dios. “Si deseas tener una vida plena, procura la sabiduría de Dios para tu vida”. (Santiago 1:5). Tenemos la oportunidad de pedirle a quien puede conceder cualquiera sea tu deseo. A través  de la oración estableces un canal de comunicación efectiva y personal. Has uso de esa herramienta y “pedid todo lo que querréis”(Juan 15 :7). Si tenemos una oportunidad como esta, ¿por qué no la usamos? Primero porque no sabemos que está allí, segundo porque no oramos y tercero, pero no menos importante, porque no sabemos pedir. “Pedís y no recibís porque pedís mal, para vuestros propios deleites”. (Stgo. 4:3).

Sabiduría, ciencia del saber  y del conocimiento, no es una ciencia oculta. Pide para saber aplicar ese conocimiento a las situaciones cotidianas tanto como aquellas trascendentales. Pide no solo para salir de situaciones, sino para librarte de tentaciones que pudieran traerte problemas más adelante. Pide  sabiduría para cada día, no solo para ti, sino para los tuyos, para los gobernantes, para los líderes religiosos y gubernamentales, así como para cualquier otra persona que te interese. Pide siempre de acuerdo a la voluntad de Dios, esta te será revelada a través de su Palabra, La Biblia. A eso se le llama interceder.  Cuando pides sabiduría, bendiciones y la voluntad de Dios para tu vida y la de otros recibes mucho más abundantemente de lo que puedes imaginar. No tengas temor o timidez al pedir. La decisión que cambiará tu vida está al alcance de tu mano. Ora, pide sabiduría, Dios no hace acepción de personas, ya se la otorgó a Salomón y a muchas otras personas, ¡a ti también te la dará!

Tener sabiduría va acompañado de acciones sabias, de las que te  causarán gozo a largo plazo. Tener un billete de $100.00, no te garantiza obtener una buena compra de $100.00. Debes estudiar opciones y solo así obtendrás el mejor artículo por ese dinero.

La sabiduría es maravillosa, pero debe ir acompañada de un corazón enamorado del Señor Jesucristo. Un corazón conforme al de Él garantiza las acciones sabias que buscas. Al leer la historia de Salomón vemos que no terminó bien. Alejó su corazón del Señor y lo puso en las mujeres (su propio deleite). Perdió la sabiduría y terminó mal él, sus mujeres y sus hijos. Perdió la fuerza de voluntad al someterse a la tentación que lo perseguía.

Conclusión: el hombre más sabio del mundo murió arruinado emocional y familiarmente. Su familia pagó un precio muy alto y sus hijos no fueron lo que debieron ser. Un día tuvo todas las respuestas porque agradó a Dios con su petición, al otro día se le olvidó quien era el Dador de la sabiduría. Somos la suma de muchas cosas: nuestros deseos, limitaciones y tentaciones. ¿Cuántas más deseas? Cualquiera sea tu deseo, enfócate en hacerlo con sabiduría, no quites tu mirada del Señor y larga vida y gozo serán tu bandera. ¡Éxito en tu empeño!