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He podido conocer, en mi corta vida, a muchísimas personas que me cuentan historias de grandes experiencias espirituales -personas que han presenciado milagrosas sanidades, tiempos de cambios radicales en sus propias vidas y en las de seres queridos- pero que hoy día viven alejados de Dios. No se congregan y puede que conozcan mucho de la Biblia pero ya no la leen. Puede que, al caer la noche, den gracias en sus pensamientos pero hace tiempo que no disfrutan los beneficios de la oración intercesora con fe. El poder transformador de Dios ahora se ha reducido a sólo un recuerdo melancólico. Muchas veces me he preguntado: ¿qué puede llevar a un vividor de experiencias tan extraordinarias, un guerrero del ejército de Jehová, a ser un veterano retirado de la fe?

Los afanes
La parábola del sembrador (Marcos 4:3-9) compara las distintas superficies sobre las cuales caen las semillas con las diferentes reacciones que podemos tener ante el recibimiento de la palabra de Dios.

Las superficies:

  1. Junto al camino: donde las aves las encontraron y las tomaron como alimento.
  2. Entre los pedregales: donde se secaron porque no pudieron echar raíces.
  3. Entre las espinas: donde fueron ahogadas y no pudieron dar fruto.
  4. En la buena tierra: donde “dio fruto, que subió y creció” (Marcos 4:8).

Para quienes sólo miran a una distancia, estas cosas parecerán incomprensibles, pero Dios quiere que sus hijos, sus seguidores y aprendices, lo entiendan. Por eso Jesús luego les explicó la enseñanza a sus discípulos, porque “a vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas” (Marcos 4:11).

Tanto la semilla que cayó junto al camino, como la que cayó entre pedregales, fueron rápidas a morir porque no tuvieron tiempo ni espacio para echar raíces. Éstas describen personas que no prestaron mucha atención a la Palabra, tal vez porque estaban muy ocupados, o porque tenían ya sus propias opiniones, o porque sus corazones ya estaban muy endurecidos por heridas u orgullo. De estos, la Palabra fue “quitada” (Marcos 4:15). Sin embargo, la semilla que cae entre los espinos, que germina pero luego de un tiempo se seca, fue un “por poco” (“por poco fui salvado”, “por poco fui liberado”, “por poco fui sanado”). Ésta describe a aquél que se envuelve en “los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias” (Marcos 4:19). Oyen la Palabra y comienza a dar resultados, pero luego es reemplazada y por ende, deja de rendir fruto.

Los errores de nuestros hermanos en la fe

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Muy, pero muy lamentablemente, muchos me han explicado que dejaron de congregarse porque tuvieron fuertes diferencias con algún miembro de la iglesia. Más lamentable aún, en la mayoría de los casos sucede con miembros de gran influencia (líderes). Podríamos pensar que es fácil dejar una congregación para buscar casa nueva, pero la realidad es muy distinta. Somos humanos y nos encariñamos con los lugares que frecuentamos, más todavía si se trata del lugar donde se nos predica Palabra de dirección celestial, donde se nos atiende y aconseja, donde experimentamos tiempos de libertad en adoración y donde desarrollamos confianza familiar con el grupo. Las heridas siempre dejan marcas, y las cicatrices emocionales son a menudo muy difíciles de sanar. Cuando un líder espiritual nos lastima, esto también tiene un efecto sobre el testimonio de los cristianos en general, lo cual también influirá en la decisión de buscar otra iglesia.

Primero que nada, es necesario reconocer que Dios y la gente de la iglesia son dos cosas totalmente distintas. Dios es perfecto, la gente, tanto dentro como fuera de la iglesia, no. Olvidamos que Dios puede hasta abrir la boca de una asna para hablarnos (Números 22:28) y podemos llegar a ver a los líderes como Dios mismo. ¡Error! Personas escogidas por Dios para realizar diversas funciones son personas como quiera. Todos tenemos un propósito divino, algún llamado dentro del cual Dios espera que nos desarrollemos, pero dicho desarrollo se da a lo largo de la vida por medio de una extensa gama de procesos utilizados por Dios para formar nuestro carácter: “Estando confiado de esto, que el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). Todos estamos en un proceso de formación, todos, y “sabemos que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Confía que por cuanto te sometas al proceso de Dios y su propósito, todo lo que suceda te ayudará. Utiliza los canales, habla con tus líderes e intenta resolver el asunto. Si no tiene resolución, tal vez buscar otra congregación sea parte del plan de Dios, tal vez ya se había cumplido tu tiempo en ese lugar. Sobre todas las cosas, busca dirección en oración.

El conflicto moral

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Sigmund Freud, en su teoría psicoanalista, nos habló sobre cómo nos desarrollamos en medio del conflicto humano entre lo que deseamos y lo que aprendemos que podemos hacer (conflicto entre el ello y el superyó). Para cristianos, este conflicto es más intenso porque al recibir a Jesús como nuestro Señor, recibimos también al Espíritu Santo que nos redarguye de pecado. El Espíritu es la persona de Dios mismo que viene a morar en nuestros corazones, es la señal de que Jesús cumplió su misión principal, que fue reconciliarnos con el Padre (Juan 14:6-7). “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Juan 14:26).

“En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33), atravesaremos pruebas y tentaciones que tendrán el potencial de hacernos reafirmar nuestra fe o asustarnos y alejarnos de la misma. Estas experiencias retarán nuestra integridad, ya que nos veremos en conflicto entre los valores que Dios nos enseña y nuestras tendencias carnales, éstas pronunciadas por las lecciones terrenales que bombardean los medios masivos y nuestros seres más cercanos. Las veces que caemos en tentación nos llevan a experimentar una dicotomía entre lo que vivimos y lo que creemos, entre lo que hacemos y, muy probablemente, lo que predicamos. Esta contradicción nos provocará un conflicto emocional que nos puede avergonzar. Tal culpa fue la que experimentaron Adán y Eva al comer de la fruta prohibida, la misma que los llevó a intentar esconderse de Dios (Génesis 3:10, recientemente hablamos sobre la intimidad que disfrutaron Adan y Eva). Jesús también nos habló de esto: “Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, porque sus obras no sean redargüidas” (Juan 3:20). Mas junto con la prueba, Dios siempre nos da la salida: “Mas el que obra verdad, viene a la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios” (Juan 3:21).

Examina tus acciones y reacciones

Cada generación atraviesa sus propios retos, así como a cada cual le toca su cruz, pero desarrollar y mantener una relación íntima con Dios a través de la oración, el estudio de Su Palabra y los refuerzos de la congregación nos ayudará a recibir dirección espiritual constantemente y a permanecer en ese contacto que no nos permitirá alejarnos jamás. Debemos limpiar nuestros pensamientos de nuestras propias opiniones y las opiniones de quienes nos rodean para poder recibir instrucciones celestiales de forma clara. “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). La clave está en la perseverancia, no dejes que la culpa te lleve a esconderte de Dios, “porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana” (Lamentaciones 3:23-24). Hoy es buen día para regresar al camino de la verdad, conoce y recuerda tu propósito para que puedas realizarlo, hoy es buen día para perseverar.