Yo sé que los tiempos son difíciles. Que si la economía, que si la criminalidad, que si la falta de valores… ¿pero qué se necesita para provocar un cambio? Nos enteramos a diario de las barbaridades que alcanzan los medios: los asesinatos, los asaltos, las infidelidades y el maltrato. Pero en estas últimas semanas me he enterado de muchísimos pequeños males y me parece que me voy acercando a la raíz de las grandes atrocidades.

¿Por qué tanto mal?

No voy a nombrar a nadie, pero me he quedado boquiabierto al notar las agendas escondidas en nuestras interacciones. Lo notamos muy gráficamente en vendedores y comerciantes: las cosas que decimos para provocar ventas, cómo nos hacemos los sordos ante lo que no queremos escuchar, cómo mentimos en las declaraciones de contribuciones para esconder lo que realmente hacemos. Esto también se ve a diario entre la población: los otros días esperé pacientemente mi turno en la gasolinera, sentado en mi auto mientras un individuo le enseñaba a un niño de alrededor de 6 años a robarse la gasolina de la manga; también sabemos de muchos que, además de sus trabajos formales, realizan muchos trabajos de donde devengan a veces aun más ingreso que de sus trabajos formales, y no los reportan; comerciantes que solo reportan sus transacciones realizadas con tarjetas, etc.

Creemos que no hay daño

Pensamos que como “nos oprime el gobierno”, no hay daño en estos actos. Lo que no vemos es el efecto multiplicador de nuestros actos por medio de la educación implícita en el modelaje. Ahora mismo, hay muchos que te ven: tus hijos, sobrinos, vecinos, nietos, amigos, primos, socios, etc. El legado que dejas es mucho más que la herencia económica que sobrará para tus hijos, cada día tu entorno aprende de ti y tú aprendes de tu entorno. Tal vez tus padres te enseñaron que todo esto está bien, y tal vez esto no te llevó a ti a cometer delitos graves. Pero para muchos jóvenes que se crían en un tiempo de escases de oportunidades laborales, aprender a mentir y a robar, aunque sea en formas que tu comunidad considere “inocente” o “justificables”, fácilmente puede abrir puertas que conducen a la delincuencia. Los primeros delitos de cualquier joven casi nunca son graves. A lo mejor se copió en un examen, o consiguió las contestaciones de una asignación especial, o se metió un chocolate en el bolsillo mientras acompañaba a su mamá a ir de tiendas, o maltrataba a niños más pequeños en la escuela, o probó drogas por primera vez. Podemos decir que simplemente son unos sinvergüenzas, pero realmente hay que evaluarnos a nosotros mismos.

¿Cuál es el mensaje que enviamos a la próxima generación?

Tal vez le escondes ciertos gastos a tu pareja, o bebes hasta emborracharte, o compras CD’s y DVD’s pirateados, o instalas programas pirateados en tu PC, o mientes en tus planillas… los niños observan e imitan lo que ven. Adaptan los comportamientos observados a sus propios entornos y situaciones. Podría ser aun más simple: tal vez te gusta hablar muchísimo pero no te gusta escuchar, tal vez inviertes todo tu tiempo libre sentado frente al televisor. Creamos jóvenes tercos, ociosos, poco-trabajadores, tramposos, viciosos y dados a las intoxicaciones de alcohol y demás sustancias, pillos, mentirosos…

¿Qué esperas?

Nosotros, que vivimos en este mundo, hemos sido contaminados con maneras erróneas de vivir, muy probablemente desde nuestra crianza. Pero si queremos ver un mundo mejor, el cambio comienza en tu propio interior, en tu manera de pensar. “Y no os conforméis a este mundo; mas transformaos por la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Queremos ver esa “buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, pero dicha voluntad se ejecuta por medio de ti y de mí. Reprogramemos nuestra mente, desaprendamos la malicia anteriormente aprendida. Para esto, ¿necesitamos ayuda? ¡Claro! Busca una iglesia donde se predique la sana doctrina de la Santa Biblia, no adulterada. “Y viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios” (Marcos 10:14). No dejes que tus hijos reciban la misma enseñanza errónea, sino aprovecha y mientras aprendas a hacer las cosas de forma correcta, llévalos a que su primer aprendizaje, su fundamento, sean los principios bíblicos que realmente llevan a bien.

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” –Proverbios 22:6