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A todos nos ha pasado, por lo menos a todos los que hemos tratado de hablarles a otros de Jesús. Sentimos la pasión por todo lo que Dios nos ha mostrado: la libertad de ataduras, la apertura de la mente al ver las cosas desde una perspectiva más amplia, sentir la confirmación del Espíritu Santo cuando lo alabamos, poder creer en lo imposible, ver la luz de su Palabra y la restauración de nuestras vidas, familias y ambientes. Leemos acerca de la gran comisión de ir y hacer discípulos (Mateo 28:19-20), y lo anhelamos. Queremos que otros sientan lo que ahora sentimos, queremos que la venda sea quitada para que todos puedan ver lo que nuestros ojos han podido ver. Pero, ¡qué mucha resistencia encontramos! ¡Qué mucha duda!

Hablemos de los motivos de duda, para que se active en nosotros la compasión, y luego hablemos de lo que Jesús hacía ante la misma.

Motivos para levantar resistencia contra el Evangelio

  1. El recuerdo de malas experiencias anteriores en iglesias: “Yo lo he intentado antes”, podría ser uno de los argumentos más populares que expresan las personas cuando uno les trata de evangelizar. Aquí hay que tomar en consideración que posiblemente la persona fue herida, a lo mejor comenzó a caminar en la fe y puso su confianza en los líderes del lugar donde se congregaba. Tal vez alguno de los líderes cayó en algún pecado grave como adulterio y lo confesó delante de la congregación, o tal vez el líder abusó de su poder en la congregación y le hizo daño a varias personas. El testimonio de los líderes podría ser determinante en el crecimiento o detenimiento espiritual de los feligreses. También, si el individuo había visitado alguna iglesia por un tiempo prolongado pero vio pocos resultados en su vida, pocos cambios, cero restauración y solución de sus problemas, puede que desarrolle una gran duda respecto a la fe en general. Ante todo esto, tenemos varias herramientas: 1) la Palabra: pedirle a Dios que te guíe a predicarle las porciones de la Biblia más precisas para aclarar sus dudas y confusiones, y sanar cualquier herida; 2) el testimonio: demostrarle a través de tus propios actos lo que Dios ha hecho en ti para que todos puedan ver que es posible. Personas que aún no creen pueden tener dificultad al tratar de entender enseñanzas espirituales bíblicas, así que el modelaje y el ejemplo puede ser muy poderoso para educar y abrir el entendimiento.
  2. Los estilos de crianza: Las enseñanzas de quienes te rodearon durante tu infancia y niñez quedan muy arraigadas a la mente. Aquí aplican las mismas herramientas: la verdad que habita en la Biblia y el poder de tu propio testimonio y perseverancia.
  3. Falsos testimonios y falsos profetas: Puede que te sorprendas al enterarte de la cantidad de espiritistas, hechiceros, brujos y sectas contrarias a Dios existen. La influencia que tienen en sus comunidades y el poder de un pacto no se debe menospreciar. Hay personas que reciben la palabra que uno les lleva, y que inclusive te expresan que quieren acercarse a Dios y creer, pero tienen una barrera “inexplicable”. Según Mateo 17:21, hay géneros de demonios que no salen sino con oración y ayuno. En estos días escuché una predicación de David Greco en la cual dijo que la compasión que Dios pone en tu corazón es la puerta al milagro. El reino de las tinieblas se somete a Jesús, esto sí que no lo puedes olvidar. Que tu compasión active tu fe en oración, ayuno y ruegos, declara que eres hijo de Dios y por ende portador del reino de los cielos. El poder y la autoridad del reino se manifiesta a través de tu vida. Declara que se rompen las cadenas de cualquier pacto con el enemigo y declara en el nombre de Jesús que se abren las puertas de los cielos sobre tu blanco de intercesión.

¿Qué sucede si con todo, la persona se resiste?

En el Capítulo 10 del Evangelio según Lucas se relata la encomienda de Jesús a los setenta que fueron enviados a predicar que “el reino de Dios se ha acercado” (Lucas 10:11).

“En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa. Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. -Lucas 10:5-6

Jesús ya había tenido que enseñarle este principio a Jacobo y Juan, quienes al enterarse de que los mensajeros de Jesús no fueron recibidos en una aldea de samaritanos, le “dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos  que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea” (Lucas 9:54). Jacobo y Juan se indignaron ante el rechazo, como nos suele suceder a nosotros cuando se nos rechaza un esfuerzo de evangelismo. Pero Jesús es muy claro: si la persona es un hijo de paz, la paz reposará sobre él o ella. Si no, la misma paz volverá a ti. Si no reciben, pasa al próximo, ve a otra aldea.

No es a ti a quien rechazan, es a Dios. Por ende, no es personal. Jesús mismo nunca lo tomó personal, sino reaccionó con el amor y la compasión que siempre lo caracterizó.