Vas dando pasos por la vida. El panorama va cambiando. En alguna temporada te rodeaban risas e ignorancias de niñez, luego pudiste haber visto a tu alrededor graduaciones, promociones, prisiones, funerales, bodas o salas de parto. Cada escenario es como si anduvieras sólido sobre brea o cemento, a veces suave por arena, en ocasiones difíciles entre piedras afiladas, en otras con cuidado sobre piedras de río. Por tiempos, puedes recoger agua y te refrescas. En otros, parecerían pasar años sin refugio bajo el azote del sol.

Acerca del tiempo de prueba

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Desde que llegué con mi hijo al hospital para su segunda operación, cada día que pasaba sin ver mejoría en su recuperación parecía ser un día demasiado. Constantemente, mi esposa y yo le decíamos a Dios en nuestras oraciones que era innecesario. Nosotros pensábamos que era innecesario, que nuestro bebé de 5 meses no merecía eso. Muy de pronto nuestras oraciones se tornaron de declaraciones de fe a súplicas por misericordia y resolución.

Pasaban las semanas y los médicos no entendían lo que sucedía, ¿por qué no mejoraba?

Yo me sentía sofocar en el desespero. Ingresados en el mejor hospital disponible, atendidos por el cirujano pediátrico de mayores reconocimientos y premios, pero sin contestaciones que dieran esperanza.

El alma de Jesús también estuvo turbada

Me recuerda a Jesús cuando preparaba a sus discípulos, anunciándoles acerca de su muerte. Él estaba completamente consciente de lo que había de acontecer (Hechos 2:23). Pensando en todo lo que padecería, le dijo a sus seguidores:

“Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¡Padre, sálvame de esta hora! Mas para esto he venido a esta hora.” –Juan 12:27

Analicemos la estructura de esta sabia expresión. Ante la concepción mental de su inminente padecimiento camino a la cruz, Cristo expone la manifestación de su humanidad: la emoción, el sentimiento de conmoción. Expone también nuestra respuesta más natural ante tal sentir, un clamor de auxilio y rescate.

En este paso es donde mayormente nos quedamos. Tendemos a desesperar ante la falta de entendimiento. Permanecemos en la angustia, preguntándole a Dios por qué. Nota que con todo y el hecho de que Cristo tenía pleno entendimiento de por qué pasaría su proceso de crucifixión, también sintió el efecto emocional: su alma estaba turbada.

¿Cuál fue la diferencia? No perdió el ánimo, perseveró firme hasta el final.

¿Cómo logró no desanimarse? Mantuvo una actitud de propósito. Notemos el cambio de postura al final del versículo: “Mas para esto he venido a esta hora.” Mantuvo presente en su mente para qué tenía que pasar por el proceso.

No mantengas tu mirada en el dolor, sino da lugar a la reflexión que te reenfocará la visión para poder ver los recursos que estás adquiriendo en el camino.

En ti, también hay un para qué

Lo he mencionado antes, pero lo repetiré porque esta porción bíblica ha cambiado mi vida:

“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” –Romanos 8:17

Si padecemos juntamente con Cristo, si nos mantenemos pegados a Él durante el proceso, íntegros a Él, juntamente con El seremos también glorificados. Llegaremos al otro lado transformados, en una forma glorificada. Tu fe mejorada, fortalecida sobre un fundamento de experiencia. Sólido.

Descansa en la gracia

Por gracia recibimos la oportunidad de ser hijos de Dios. Mediante el sacrificio de Jesús y su poderosa resurrección, con tan solo abrir tu corazón a creer y confesar tu pacto con El, te haces coheredero del reino de los cielos. Dios no tan solo cuida a sus hijos, sino que nos lleva cada día a cosas mayores. Nos quiere bendecir, pero cada bendición requiere una preparación para fortalecer nuestros brazos para que las podamos sostener. Por medio de los procesos, nuestro compromiso será probado, nuestra fidelidad e integridad a Él.

Te graduarás si permaneces fiel (Mateo 24:13). Pero descansa en el para qué. Descansa en que entrarás en nuevos niveles de fe y fortaleza. Descansa en que entrarás en la victoria de conquistar tus temores y flaquezas. Al perseverar, podrás ver la extensión de tus capacidades. Descubrirás las fuerzas que jamás habías considerado tener. Entenderás el significado real de provisión y sanidad al poder verte ser rescatado de la escasez y la enfermedad. Podrás palpar el consuelo de Dios al permitirte ser levantado y restaurado del dolor.

“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque nuestra leve aflicción, la cual es momentánea, produce en nosotros un inmensurable y eterno peso de gloria; no mirando nosotros a las cosas que se ven, sino a las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas.” -2 Corintios 4:16-18

Podemos desesperar ante lo que vemos. Nos duele. Pero confía en que lo invisible que está ocurriendo a la par con el proceso tendrá resultados que podrás palpar por toda la eternidad. En tu corazón y conciencia permanecerá el fruto de haber perseverado. Recordarás ese sabor de conquista al entrar en tus próximos campos de batalla y nada ni nadie te volverán a atemorizar.

Los recursos que descubrirás en el desierto te capacitarán como instrumento de Dios para levantar, animar y dar fuerzas a quien las necesite, ya que tu experiencia servirá como fuente que alimenta la perseverancia tuya y ajena.

Este video tocó mi corazón y tiene todo que ver con lo que discuto en este artículo: