946508_10151886400090299_1063789418_nDe nuevo en el hospital con nuestro hijo de 7 meses, Héctor Alejandro. Hace tres días, “Ale” atravesó su cuarta cirugía en el esfuerzo por corregir su obstrucción intestinal. Hasta el momento, aunque hemos visto buenas señales de que la operación fue un éxito, esperamos que baje la inflamación, que aumente su apetito y que llegue la evidencia final a los pañales.

El proceso comienza aquí

Pensábamos que la prueba terminaba aquí y que luego de su recuperación, todo seguiría normal. Aunque ya Dios nos ha dicho que este niño tendrá una vida nada normal (será un líder reconocido y solicitado entre las naciones), esperábamos que en cuanto a funcionamiento físico, esta operación haría lo propio.

Resulta que para poder erradicar la condición de Hirschsprung de su cuerpo, tuvieron que eliminarle alrededor de 10 pulgadas del intestino grueso y todo el recto. Esto implica una nueva serie de riesgos.

Declaramos en el nombre de Jesús que Ale no tendrá problemas funcionales ni digestivos. Sin embargo, esta nueva información nos impulsa hacia otra etapa del proceso de cuidado de nuestro hijo. Esta extensión del periodo de prueba me ha llevado a pensar en la perpetuidad del proceso de crianza.

Siempre habrá una etapa de influencia

Desde la infancia hasta la adolescencia, y desde ahí hasta la temprana adultez, el rol de los padres es uno lleno de diversas funciones: cuido, limpieza, alimentación, sostén, juego, disciplina, dirección, consejería, enseñanza, apoyo, etc. Todavía a mis 30 años de edad, mis padres influye en mí al yo poder observarlos perseverando en su nueva empresa, el Centro de Cuidado de Envejecientes OPTIMO. Hasta que lleguemos a viejos, siempre hay un trabajo que hacer relacionado a crianza.

Lo queramos aceptar o no, todo lo que hacemos los padres influye en nuestros hijos. Hasta la ausencia de un padre influye, también el silencio. El mismo Jesús lo recalcó mientras hablaba de su propia relación con su Padre:

“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.” -Juan 5:19

Influyes

He escuchado a padres quejarse porque sus hijos beben demasiado. Hijos que fuman y no respetan a las mujeres. Hijos que no quieren ir a la iglesia.

¿De qué se quejan? ¿Cuál ha sido el modelaje?

He visto padres que beben frente a sus hijos, otros que fuman. He visto a otros que no se miden a la hora de dirigirse a sus esposas y las hieren con expresiones agresivas. He visto a otros que hablan de su interés en otras mujeres frente a sus hijos. He visto padres que no quieren trabajar, otros que quieren pasar todo su tiempo trabajando. He visto padres que no quieren buscar de Dios, otros que descuidan sus familias por hacerlo.

Con cada movimiento, enviamos mensajes a nuestros hijos. Observan nuestro comportamiento y entienden que es lo correcto. Pues claro, porque nos ven a nosotros hacerlo. Esa primera versión de la información es la que tenemos por cierta. Corregirla, generalmente, requerirá pasar por las consecuencias negativas que nos demostrarán que estábamos mal informados.

Mata y come

En una ocasión, Dios intentó corregir a Pedro porque estaba mal informado. En el capítulo 10 del libro de los Hechos, Pedro estaba orando y Dios le demostró en una visión una tela que bajaba del cielo, dentro de la tela había muchísimos animales diferentes:

“Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.” -Hechos 10: 13-14

¿Pedro fue desobediente a Dios? Él se justificó con el hecho de que desde niño había aprendido que no todo tipo de animal se podía comer. Esto es ley de los judíos.

Esto nos pasa a menudo. Sentimos que debemos hacer algo nuevo, tal vez algo bueno que encontramos en la Biblia, pero nuestro primer impulso podría ser decirle que no a Dios. Por ejemplo, decirle “Señor, no voy a dejar de acostarme con mi novia o amiga porque desde niño aprendí que esto está bien, es como ley para mí.”

Y así por el estilo, existen un sinnúmero de comportamientos que Dios desea corregir en nosotros. La responsabilidad de un padre es aprender primeramente las conductas correctas, entenderlas y aplicarlas para podérselas enseñar a nuestros hijos. De no hacerlo, arriesgamos sus vidas a futuros fracasos, a heridas y frustraciones.