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Cada día que pasa de nuestra perseverancia en Cristo es uno que nos acerca al cumplimiento de su plan en nuestras vidas. En su pensamiento, Dios tiene una imagen de ti y de mí, un modelo al cual Él nos intenta acercar.

“estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” -Filipenses 1:6

En mi caso, Dios tiene entre sus archivos al Proyecto Héctor Alfredo, una obra con alto grado de dificultad, dado a que muy largo camino me resta para poder alcanzar la perfección. De igual forma, entre sus archivos tiene también un Proyecto con tu nombre, una obra que comenzó contigo y que no culminará hasta que alcances tu nivel óptimo de vida. Aquí se toma en cuenta el desarrollo y la aplicación de tus dones y talentos, la realización de tus sueños más apasionados, la relación matrimonial ideal, un depósito poderoso sobre tus hijos en crianza y herencia, y una bendición que caerá sobre tu familia hasta la 3ra y 4ta generación.

Leyendo la Biblia y orando, el Espíritu Santo señala áreas de nuestras vidas que deben ser entregadas a Dios para poder ser ordenadas. De igual forma como Dios bendijo la creación con vida luego de haberla ordenado (Génesis 1), cada área de tu vida que es ordenada por Dios también es bendecida.

Por ejemplo, al entregar mis finanzas a Dios mediante la obediencia al principio del diezmo (Malaquías 3:8), las finanzas de mi casa son bendecidas. En el caso del diezmo, funciona de esta forma: Dios reclama su 10% del 100% que me dio, y yo, en obediencia, le entrego ese 10% que le pertenece, entonces Él ordena el 100% representado en el 10% que fue entregado en obediencia, y bendice el 100% porque El bendice todo lo que es suyo. Dado al don del libre albedrío, no puede bendecir lo que no le entreguemos.

He sido sorprendido en muchas ocasiones por la forma en que mi casa ha sido sostenida económicamente, a pesar de los tiempos de pocas ventas e incluso de desempleo. Siempre hemos tenido lo necesario.

Entendiendo las áreas que deben ser ordenadas

Recientemente encontré un modelo bíblico de identificación de áreas que deben ser entregadas a Dios, al cual llamo el Modelo Bíblico de Modificación de Conducta. Se encuentra en el capítulo 10 del libro de los Hechos.

En este capítulo, Pedro había subido a la azotea para orar y según el pasaje, tuvo una visión en la cual descendía desde el cielo una tela cargando una gran variedad de animales. Entre ellos, cuadrúpedos, reptiles, aves, etc.

“Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.

Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.

Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.”

-Hechos 10: 13-15

El mensaje celestial confrontaba un concepto erróneo que Pedro tenía muy arraigado: pensaba que el evangelio de Cristo era sólo para los judíos. Poco después, el Espíritu Santo impulsó a Pedro a orar por romanos que recibieron una bendición poderosa de Dios.

De forma similar, Dios también confronta nuestros conceptos erróneos para poder expandir el alcance de su bendición en nuestras vidas. Lo que utilizamos para resistirnos, generalmente, son argumentos relacionados a lo arraigado que tenemos nuestras costumbres en nuestra base de valores. O sea, “hago lo que hago porque siempre lo he hecho, porque me enseñaron a hacerlo y hace tiempo entendí que está bien”.

Analicemos la declaración que escuchó Pedro del cielo: “Levántate, Pedro, mata y come”

  1. Levántate:

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” Isaías 55: 8-9

Para poder entender cualquier cosa que Dios nos vaya a decir, será necesario que primero nos salgamos de nuestra forma limitada de ver las cosas. Se nos hace muy fácil enfocarnos en lo que sucede a corta distancia y perdemos de perspectiva el efecto de nuestros actos en los demás. Naturalmente, sólo me preocupo por lo que yo quiero y lo que yo necesito. Levantemos nuestra perspectiva para poder ver que el mundo se compone de muchísimas vidas y por ende, muchísimas más necesidades.

Eleva tu perspectiva, más allá de las normas terrenales. Existen normas sociales que establecen que no está mal mentir en ciertas ocasiones, otras que promueven la desigualdad entre los sexos. Échale un vistazo a los principios espirituales: ¿Qué dice Dios en su palabra? ¿Qué te dice en intimidad cuando oras?

2. Pedro: En Hechos 10:5, un ángel le dijo al romano Cornelio que fuera a buscar a Pedro. Sin embargo, le dijo “haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro”.

La gente te conocerá por tu viejo hombre hasta que le demuestres lo contrario, hasta que le demuestres tu nueva identidad en Cristo. La mejor parte es que Cristo te ayudará. Nota que le dijo “el que tiene por sobrenombre Pedro”. Es como cuando Dios inquieta a algún amigo mío y pone en su mente este pensamiento: “llama a Héctor, que ahora es cristiano”.

Como quiera, cuando Dios te habla directamente, El no te recuerda tu viejo hombre, sino que reafirma tu nueva identidad en Cristo. Así como Jesús le cambió el nombre de Simón a Pedro, así también al levantar tu perspectiva a la altura de Dios, Él te revela tu nueva identidad: el hombre bueno o la mujer buena que Él quiere y sabe que puedes ser.

3. Mata: Dios le dijo a Pedro que matara esos animales y que se los comiera. Confrontó algo que era ley en su vida, una ley de los judíos: no comer cosa inmunda. Pedro se negó a seguir la instrucción celestial con el argumento de que no podía porque se le había enseñado desde pequeño que eso era incorrecto.

¿Cuántas cosas nos han enseñado desde pequeños que son correctas pero que en nuestro interior sentimos que no? Comienza una batalla mental a la hora de estudiar la Biblia, una dicotomía entre los principios de Dios y los que habíamos aprendido.

“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que deseen.” -Gálatas 5: 17

Mata todo lo que es ley adquirida por educación terrenal, para permitir acceso a la justicia de Dios en tu vida.

“Andemos decentemente, como de día, no en orgías y borracheras, no en promiscuidad sexual y lujurias, no en pleitos y envidias. Antes bien, vístanse del Señor Jesucristo, y no piensen en proveer para las lujurias de la carne.” Romanos 13: 13-14

Vestirse del Señor Jesucristo es la forma, es el camino a la rectitud. Es la herramienta, significa que desarrollar una relación íntima con Jesús tiene un efecto de ayuda sobre tu dominio propio.

“Pues lo que la Ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para que el requisito de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” –Romanos 8: 3-5

La forma en que Cristo corrige es muy diferente a lo que conocemos como disciplina terrenal. Tendemos a establecer leyes, muchas veces sin sistemas de implementación y sin un modelaje que las refuerce. Para ilustrar la forma de Jesús, hablemos del capítulo 8 de Juan, que narra la historia de la mujer que fue sorprendida en adulterio. Esta mujer fue traída a Jesús para que la juzgara, y los sacerdotes que la traían le dejaron saber a Cristo que la ley establecía que debía ser apedreada.

“Decían esto, probándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús se inclinó y con el dedo escribía en la tierra. Pero como insistían en preguntarle, Jesús se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Pero al oír ellos esto, se fueron retirando uno a uno comenzando por los de mayor edad, y dejaron solo a Jesús y a la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella respondió: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más.” –Juan 8: 6-11

No hay condenación en Cristo ante un corazón humilde. La corrección de Dios es un proceso lleno de amor y compasión. El acto de escribir con su dedo en tierra es símbolo del momento en que las tablas de la ley fueron entregadas originalmente a Moisés, las cuales fueron escritas con el dedo de Dios (Éxodos 31). No había forma de confrontar a Cristo con la ley, pues El mismo la escribió. Al motivar al que estuviera libre de pecado a tirar la primera piedra, puso sobre ellos todo el peso de la ley; peso imposible de cargar. Sin embargo, esa última declaración, “Vete; desde ahora no peques más”, demuestra la más genuina esencia del proceso de encuentro con Jesús: uno jamás sale igual luego de entrar en contacto con tan grande amor y gracia, germina en el interior un deseo de serle fiel. Esto es, en efecto, santidad a Jehová.

4. Come: De igual forma como en el principio los sacerdotes comían del sacrificio que era quemado sobre el altar, así mismo cada sacrificio vivo (Romanos 12:1) también nos alimenta. Espiritualmente y emocionalmente, cada vez que entregamos un área a Dios para ser ordenada, nuestra opinión respecto al área muere para permitirle a Cristo resucitarla glorificada. Ciertamente, hay un fruto grande:

“Judas le dijo (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: Si alguno me ama, mis palabras guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. El que no me ama, no guarda mis palabras.” -Juan 14: 22-24

Guardar Su palabra, o sea, vivir en obediencia y santidad, provoca a Dios a que venga a hacer morada en ti. ¿Qué beneficios pueden haber en que Dios esté muy cerca de ti? Enumeremos algunos: Dirección (¡no tener que perder tiempo en la vida haciendo lo que no nos corresponde!), manifestación del poder de Dios en nuestras vidas y alrededores, seguridad, paz, amor, propósito, orden, etc., etc., etc…

La constante entrega a Cristo es el camino a la rectitud.