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Recordamos la palabra que recibió Abraham de parte de Dios, en la cual se hizo pacto perpetuo de bendición que correría por toda su descendencia:

“Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti.” -Génesis 17:6

Pero cuando Dios fue a explicarle estas cosas, no comenzó hablando de la abundancia de la bendición, sino comenzó con la exigencia, el requisito:

“Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto.” -Génesis 17:1

Sé PERFECTO. ¿Difícil? ¿Imposible? “Perfecto” es el punto a aspirar, perfecto en los ojos de Dios. Es atar mi corazón al de Él, es amar Su voluntad, aunque muchas veces implique negar la mía. Es esforzarme en Su plan, descubriendo cada día que Su mirada está puesta en la salvación de esta humanidad, y no en mi propia exaltación. Es obligarme a abrir mis ojos un poco más para ver que en efecto, “El honra a quienes le honran” (1 Samuel 2:30), Su cobertura ha estado sobre mi casa, bendiciéndonos con multiplicación y descendencia, y que cada día que muero para agradarle, me acerco más a la realización del sueño que aquel día sembró en mi corazón con buena dosis de pasión.