Imagen de caminomisionero.blogspot.com

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A veces pensamos que la puerta se cerró, pasó el tiempo de la oportunidad, Dios cerró y ya no podremos ver el cumplimiento. Dios no detiene sus procesos, no se arrepiente de lo que te ha prometido.

Hay un tiempo para todo, y nosotros, por querer hacer otras cosas, dejamos pasar el tiempo oportuno. Tal vez vimos otra puerta abrir y pensamos que era de Dios, o tal vez simplemente nos dejamos distraer con algo muy atractivo a la vista.

Tal vez tuvimos una gran idea, o recibimos una palabra poderosa de parte de Dios. El hecho de haber recibido otra gran promesa, ¿significa que nos debemos lanzar desmedidamente hacia ella?

Cierto es, hay un tiempo para todo.

Dios nos quiere enseñar a esperar.

Hubo un tiempo en el cual la puerta parecía estar más abierta. Ese fue el tiempo oportuno, era cuestión de pagar el precio del momento y pasar. Ese precio conllevaba un periodo de espera.

Tal vez no esperamos lo suficiente y entramos en lo que parecía ser “lo próximo”. Ahora, y hasta que Dios diga, la puerta de acceso a aquella gloriosa promesa sigue abierta, pero el camino hacia ella es más angosto. Pero no es porque la puerta se haya cerrado, sino es porque cargamos muchas más cosas que en aquel entonces, cuando era el tiempo oportuno. Es más difícil ahora, el camino parece ser más angosto, por el peso del bagaje de nuestras decisiones. Junto con el precio original que había que pagar, ahora también hay que correr con los gastos de las consecuencias.

Las consecuencias negativas mayormente vienen por actuar bajo desespero, por no saber esperar.

Hoy, la puerta sigue abierta.

Es tiempo de retomar la misión.

La fe es fortalecida en la perseverancia. Paguemos el precio, y crucemos al otro lado. El cumplimiento de la promesa te espera.