Imagen de maestrosascendidosendataha.blogspot.com

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El cristianismo parece ser más complejo de lo que es. Muchas veces la complicación surge de no saber cómo orar. Esto, a su vez, muchas veces surge porque no leemos la Biblia. El peligro: de no desarrollar una relación íntima con Dios, los disparates que vemos en las iglesias nos pueden desanimar muy fácilmente. En los templos hay gente imperfecta, solo la intimidad y cercanía a un Dios perfecto puede sostener tu fe.

Intimidad = Actividad en Secreto

“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” -Mateo 6:6

Jamás conocerás a alguien a plenitud con solo interacciones en público. Imagínate cuando una pareja se está conociendo. De lo que más se nutre la confianza es de las conversaciones privadas.

Jesús nos permitió un modelo que al Padre le agrada para que lo usemos como bosquejo en nuestras conversaciones con El: el “Padre Nuestro”. Pero si no lo entendemos, lo podríamos repetir vanamente; eso no es lo que Dios quiere (Mateo 6:7). Leámoslo y analicemos sus elementos para aprender cómo Jesús quiere que oremos:

  1. “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.” -Mateo 6:9

Contrario a lo que podríamos pensar, aquí el Padre es quien comienza hablando. Él nos dice algo de Él, nos habla de quien es: Él es el Padre de los cielos y la tierra, y es nuestro Padre. ¡Que privilegio! En base a esto que Dios nos revela, debemos ser movidos a adoración. “Santificar su nombre” se refiere a honrarle por quien es. Le alabamos por Su magnificencia, por ser tan grande como para poder crear todo lo que nos rodea, lo que podemos y no podemos ver con nuestros ojos físicos. Lo alabamos por ser un Padre tan amoroso, como para enviar a su Hijo a morir por nuestra redención y para permitirnos recibir a Su Espíritu Santo. Al alabarle e invocarle de esta forma, invitamos Su Presencia a que nos acompañe:

“Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.” -Salmos 22:3 *Israel es Su pueblo original. Para todos nosotros que no somos judíos, Jesucristo abrió paso para nuestra adopción (Efesios 1:5). Clave: Él habita, se mueve libremente, en nuestras alabanzas.  

Cuando le alabamos, no estamos solos. Todo aquel que ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, también ha recibido al Espíritu Santo. Al alabarle, el Espíritu Santo traerá la presencia de Dios, su Shekina, sentida a veces como una inmensa paz que arropa como una nube, tal vez te mueva a hablar lenguas espirituales o incluso puedes sentir temblores por el cuerpo, como si ardiera un fuego en tu interior. Luego de adorarle, podrás decir “Gracias Señor, porque estás aquí”.

  1. “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” -Mateo 6:10

Aquí es donde entramos en sintonía con Dios. Antes de comenzar a presentar nuestras peticiones, debemos entender lo que Dios quiere hacer, y por ende, lo que nos quiere dar.

Comencemos entendiendo que lo que el Padre dice en el cielo, eso se hace. En la tierra, es otro asunto. Él ha otorgado al hombre libre albedrío y autoridad para ejercerlo (Génesis 1:28). Su voluntad es que Su Reino Celestial sea establecido aquí en la tierra. Por eso envió a Jesús: para salvar a la humanidad del pecado y de eterna perdición (2 Tesalonicenses 1:9). El Reino de los Cielos es establecido en la tierra en la medida en que más vidas sean arrebatadas de las tinieblas y llevadas a luz (1 Pedro 2:9). Las vidas son conquistadas al ser llevadas a la fe en Jesús, quien es la luz (Juan 8:12). Es por eso que Dios da dones espirituales a cada uno (1 Pedro 4:10), para ser investidos del poder sobrenatural necesario para que la gente crea en un Dios sobrenatural. Entender la grandeza de este plan divino nos hace ver que muchas de nuestras luchas son solo intentos de Satanás para desviarnos del trabajo del Padre. También nos permite entrar en conciencia de que muchos “problemas” que estamos viviendo son más bien los procesos que el Padre utiliza para fortalecer nuestra fe y nuestros dones. Pide que venga Su reino, y Dios te dará oportunidades para evangelizar. Pide que Dios te capacite para esto.

  1. “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.” -Mateo 6:11

Luego de reconocer que a quien me dirijo en oración es el Padre Creador del cielo y la tierra, y que Su voluntad es usarme para establecer Su reino aquí en la tierra, que eso dirija mis peticiones. Esto nos llevará a pedir lo que realmente necesitamos (Mateo 6:31-33).

  1. “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” -Mateo 6:12

En el Antiguo Testamento o Antiguo Pacto, el sacerdote debía presentar un animal como sacrificio sobre el altar, degollarlo por el perdón del pecado del pueblo. Siempre ha tenido que haber un sacrificio para pagar el precio y mediar entre un Dios santo y un pueblo pecador. Jesús es el Nuevo Pacto, vino a presentar su cuerpo como último sacrificio de muerte, anulando así la sentencia de muerte que el hombre cargaba desde el pecado original (Colosenses 2:14), sentencia ejecutada por Satanás con autoridad mal habida por haber tentado al hombre.

Ahora, que el arrepentimiento transforme nuestras vidas y abra paso a salvación. Más aun, que nuestro testimonio de arrepentimiento transforme nuestras comunidades al permitirles a otros ver que Jesús es real. Que así como nos ha amado tanto como para perdonarnos, así también nosotros hemos aprendido de El a amar tanto como para perdonar.

  1. “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” -Mateo 6:13

Jesús quiso recalcar la importancia de hacer una petición específica: Pedirle que nos libre del mal, que Él nos proteja. Él es Jehová de los Ejércitos, quiere que podamos depender de Su cobertura y protección. A menudo depositamos nuestra confianza en nuestros trabajos o en personas cercanas, pensando que estos nos librarán de peligros. Dios es sobre todas las cosas, toda autoridad es puesta por El (Romanos 13:1) y cuando lo entendemos, podemos establecer prioridades correctamente. Esta última petición es por el cambio de nuestras maneras de vivir, desviando nuestras miradas de lo terrenal y perecedero y enfocándonos en quien posee el reino, el poder y la gloria por siempre.