Dios continua haciendo milagros

He escuchado a gente decirme cosas asi:

“Con todos los errores que he cometido, no merezco un milagro de Dios”, o “Yo me metí en esto, es mi culpa y Dios no tiene por qué salvarme de esta situación”.

Hay muchísima gente que tiene este tipo de fe. Creen que Dios “es bueno”, pero creen que la bondad de Dios tiene sus límites. No los culpo, pues las injusticias sociales que vemos a nuestro alrededor podrían reforzar esta creencia.

Pero la Biblia nos demuestra lo contrario. El 2do capítulo de Juan nos relata el suceso en el que Jesús convirtió agua en vino. Narra la historia que Jesús estaba en una boda y el vino se acababa. María, la madre de Jesús, le notifica esto a su Hijo y éste produce el milagro: convierte agua en el vino que se necesitaba.

Analicemos: ¿Por qué Jesús tenía que hacer ese milagro? Si se acababa el vino, ¿de quién era la culpa? Ciertamente, era culpa de los recién casados y su comité de apoyo, por no haber planificado bien. No se prepararon bien. Cometieron errores de cálculo, pues no había vino suficiente para todos. Por la manera en que lo hicieron, ¿qué merecían? Naturalmente, merecían pasar la vergüenza de tener que notificarle a los invitados que no habría vino para el resto de la celebración.

Ahí es donde entra la ‪‎Gracia‬ de Dios.

Dios reveló Su corazón a través de Jesucristo, y Su corazón está lleno de gracia para con nosotros. Gracia es: no recibir lo que merecemos, y recibir lo que no merecemos. Por nuestro pecado, merecemos pasar la eternidad lejos de Dios. Pero en vez de eso, Jesús pagó el precio de nuestra muerte para darnos lo que no merecemos: vida eterna junto a Él.

La bondad de Dios NO TIENE LÍMITES.

“Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.” -Juan 2:11

Cuando la Palabra nos dice que “este principio de señales hizo Jesús”, se refiere a que con esta primera señal, Jesús estaba marcando la pauta, estableciendo el origen desde donde partiría todo el resto de sus señales. El mensaje que comunicaban todos los milagros de Jesús es este: He venido a ti, a tu rescate, sin tú merecerlo, solamente porque te amo y quiero que te acerques a mí.

Cristo te ama.