(*2do Lugar- Ensayo, Certamen Literario Universidad Metropolitana Bayamón 2010) ¿Será posible para un ser humano volar sin visitar un aeropuerto, sin montarse en una máquina con hélices o alas? ¿Podríamos volar como las águilas, y escapar hacia las alturas del cielo en presencia de peligros? Aunque nuestros cuerpos físicos no fueron diseñados para realizar tales tareas, hemos sido bendecidos con la capacidad de transportarnos mental, espiritual y emocionalmente a lugares muy lejos de donde palpita el corazón. Desde expresiones artísticas hasta algo tan sencillo como establecer metas y aspiraciones, tenemos herramientas a nuestro alcance que podemos utilizar para viajar sin tener que incurrir en los gastos que implicaría volar para visitar lugares nunca antes vistos.
La música es una forma de expresión artística que el hombre realiza desde los comienzos de la historia documentada. Fuera por diversión, por avivar competencias deportivas o por la alabanza a Dios, se relata que el ritmo de los tambores siempre fue parte de las costumbres de las civilizaciones primitivas. Lo que comenzó con un simple azote de los cueros ha evolucionado a la implementación de ritmos y melodías en combinación de variedades de instrumentos de percusión, cuerdas y vientos que llevan tanto al músico como al oyente a viajar.
¿La música tendrá su propia aerolínea? ¡Claro! Desde Son de Salsa hasta Reggae, Rock, Blues y muchísimos otros tipos de aviones, el beneficio auditivo que tiene la música permite que grandes grupos sean llevados simultáneamente en el viaje del “músico/piloto”. Posiblemente miles de personas abordan en los conciertos y despegan al comenzar del sonsonete sin aterrizar a veces hasta mucho después que se acaba el evento.
Igual que el piloto, el músico debe estar capacitado y debidamente adiestrado antes de ejercer tal responsabilidad. Algunos son autodidactas, otros llegan a estudiar la música desde la niñez hasta completar doctorados en la universidad. Cual sea el método de aprendizaje, la meta es dominar las técnicas y los estilos del instrumento para poder acompañar en agrupaciones, componer, dirigir o manifestarse en una combinación de todas. La experiencia del piloto en este viaje musical es una de intimidad con el instrumento. Parecido a una relación apasionada de pareja, el músico llega a conocer secretos que el instrumento mismo le va revelando a través del contacto, a través del tiempo compartido. El instrumento le habla a su jinete, le dice lo que le gusta y lo que detesta, cuándo está en óptimas condiciones y cuándo necesita cariño. Se expresa de esta manera porque su propósito y deseo es producir tonos que lleven al oyente a trascender a mayores niveles de conciencia y a permitirle un escape de las crudas y crueles realidades de este mundo. El músico es el primero en experimentar este escape, ya que lo vive en carne propia sin tener que prender el radio, sin ir a un concierto, sin la ayuda de nadie además de su preciado instrumento.
Existen otras expresiones artísticas que permiten un vuelo similar. La literatura abre paso a la creación de fantasías, personajes y paisajes que permiten al lector salir de la comodidad (o incomodidad) de su rutina diaria. Partamos desde la perspectiva del autor de ficción: en sus manos está el poder divino de crear mundos y de establecer en ellos el orden que bien le parezca. Puede utilizar lugares y hasta personas reales que permitan al lector ubicarse en tiempo y espacio, o puede crear un mundo completamente fantasioso para contar una historia. Cada historia escrita tiene el potencial de provocar emociones, cambiar mentalidades y hasta crear fe. Leer también nos permite aprender sobre lugares lejanos sin tener que visitarlos físicamente. Al aprender sobre lo que nunca hemos visto, volamos hasta esos lugares para disfrutarlos.
Tener aspiraciones nos lleva hacia lo desconocido. ¿Dónde podríamos estar en diez años? Hay un refrán que dice: “soñar no cuesta nada”. Soñar y establecer metas nos impulsa hacia el futuro, nos obliga a visualizar nuestro propio potencial y ver el alcance de nuestra capacidad absoluta. Creamos un paisaje en nuestra mente de estabilidad emocional y económica, estudios realizados, grandes empresas, amor, familias y descendencia, terrenos y retiros en paz. “Yo puedo hacerlo”, podemos pronunciar en voz audible mientras fantaseamos con lo porvenir. Volemos soñando.
¿Para qué volar? ¿Solo para escapar? Ciertamente, en la vida tendremos aflicción, pero no podremos nunca alcanzar la totalidad de nuestro potencial si vivimos volando. Es necesario caminar, compartir con los que nos rodeen, trabajar y disfrutar del fruto de nuestro esfuerzo antes de pasar a lo eterno. Seremos agobiados por las complicaciones de esta vida, pero podemos mantener siempre el recuerdo de la posibilidad de escapar como el águila, elevarnos a las alturas y recobrar fuerzas al acercarnos al sol.
Por Héctor Millán