¡Me llama la tierra,
la tierra me llama!
/
ardiente calor
que me gusta,
me engaña;
es el sonido del coquí
que ya mis oídos ansían,
extrañan,
es ese aire puro
que mis pulmones inhalan
/
¡no existe frontera,
ni mar,
que de mi alma borre
mi dulce patria!
/
¡me llama la tierra,
la tierra me llama!
/
es el valiente rompeolas
que grita
de Arecibo a Rincón,
el arco iris que corre
de Fajardo a San Juan,
es el atardecer
del Sol diferente,
es la luna
que brilla fosforescente
/
y desde casa de mami
logro nombrar
toda la constelación,
veo la hoya,
los tres reyes magos
y la Osa mayor
/
no hay comparación,
y a donde sea
que valla en el mundo,
no hay ocasión
que me sienta sola
y sin amor
/
tú forma de ser
me llena
de tanta inspiración
eres cuna de talentos,
quiero aclarar,
y en mi pecho te clavo
con tu dulce
y salado mar
/
¡me llama la tierra,
la tierra me llama!
/
benditas reacciones
de intimidad,
y mis pies se mueven
y bailan solos
al sonido
de cualquier compás
/
herencia de mil sabores,
paradas gloriosas
y curvas verdes,
que todos envidian,
porque no lo tienen
/
y puedo ver el cielo
desde cualquier edificio,
desde el primero,
segundo,
o tercer piso
/
es imposible tapar
su única estrella
la que me guía el corazón
pues qué difícil es complacer
con algo más
a esta puertorriqueña…
/
¡cuando le llama su tierra,
su tierra le llama!
por Cristina Barceló Jiménez