A mis tias Lydia, Nerita y Edith
Llevo varias décadas trabajando en la industria de manufactura y siempre había planeado escribir acerca las muchas experiencias vividas. Luego de considerar varios temas, me he decido comenzar por la contribución de nuestras mujeres a través de su trabajo en la manufactura en Puerto Rico. Mi primer recuerdo de este tema es ver las mujeres en las fábricas de costura de mi pueblo de Sabana Grande. Mi madre me contaba que ella también había trabajado en esas fábricas cuando llegó de Maricao. Luego volví a ver mujeres en fábricas cuando comencé mis labores en la fábrica McGaw en el 1979. Y he seguido viendo estas mujeres abnegadas contribuyendo con sus esfuerzos y dedicación en los demás sitios donde Dios me ha dado el privilegio de trabajar. Aún reconociendo la contribución de mujeres que se han desempeñado en otros sectores de nuestra economía y de las que se dedicaron a su casa, su marido y sus niños como mi esposa, este articulo se lo dedico con un sentimiento muy especial.
El movimiento industrial alrededor del Mundo ha impactado la vida de millones de personas. Las mujeres han sido el mejor trabajador manual en los países en desarrollo y luego, en su crecimiento industrial. Los ingenieros industriales que me iniciaron en la manufactura me citaban las estadísticas favorables de productividad de nuestras mujeres puertorriqueñas. También contamos con su habilidad de aprendizaje y buena vista para inspeccionar la calidad de las millones de unidades que salían de cada fábrica. Los supervisores nos impresionamos con la buena asistencia, puntualidad y disposición para trabajar horas extendidas cuando hacía falta. ¡Parecía que los hombres teníamos más dificultad en llegar todos los días y a tiempo! Los incentivos contributivos que atrajeron las primeras compañías en establecerse en Puerto Rico no hubieran sido suficientes sin la contribución de excelencia de miles de mujeres en nuestra industria de manufactura en las décadas pasadas.
El salario de las mujeres en los hogares de las familias del Puerto Rico de las décadas 60 hasta el presente ha sido una contribución significativa para el bienestar de todos los integrantes de esas familias. Aunque miles de mujeres cambiaron su rol de ama de casa y cuidadora de niños para trabajar fuera, el balance que quizás podemos reconocer es que la vida de millones de niños mejoró por los alimentos, los cuidados médicos y la mejor instrucción o educación que llegó por el trabajo de éstas. Personalmente fui testigo muchas veces del orgullo de muchas mujeres al hablar de sus hijos que estudiaban en las universidades. Y también he podido conocer a muchos de sus hijos que lograron grados académicos porque contaron con el apoyo de madres trabajadoras en fábricas.
A ustedes va nuestro reconocimiento y que Dios les bendiga en la Semana de la Mujer del 2011.
Héctor A. Millán Sr. / 3 de marzo de 2011