Ciertamente recordar es vivir; y a veces los recuerdos son tan vívidos que evocan las mismas emociones sentidas al momento de la experiencia. Esto es una realidad para cualquiera de las dos posibles vertientes: para revivir recuerdos agradables o recuerdos dolorosos.

Tendemos a agrupar nuestros recuerdos en tres categorías principales: periodos de vida, acontecimientos generales y conocimiento de acontecimientos específicos.  Bajo la categoría de los periodos de vida, identificas meses o años con sucesos específicos del periodo. Por ejemplo: si sufriste un trauma durante la adolescencia, puede que cuando recuerdes el suceso pienses que tu adolescencia completa fue la peor del mundo y olvidas las cosas positivamente significativas que viviste también. En cuanto a la categoría de los acontecimientos generales, se refiere a recordar la emoción o el sentimiento que evocó un suceso, pero no recordar exactamente qué fue lo que sucedió. Un ejemplo podría ser un cartel que leí una vez, decía: “Puede que las personas no recuerden lo que les dijiste, pero recordarán cómo las hizo sentir”, y es muy cierto. En tercer lugar, el conocimiento de recuerdos específicos se refiere a esa forma de recordar donde se hace referencia a cada detalle: el olor, el día, la hora, etc.

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Las personas con depresión llegan a recordar los acontecimientos de forma general. La mayoría de sus recuerdos son negativos porque es congruente a su estado de ánimo. En una investigación realizada a personas mayores de 65 con síntomas depresivos se encontró que el hacer un esfuerzo por buscar recuerdos positivos tiene un efecto positivo sobre los síntomas depresivos (Alfonso, R. & Belén, B., 2010). Es decir, el reconocer vivencias positivas a lo largo de la vida ayuda a combatir los síntomas de la depresión.

¿Cómo podríamos asegurarnos de tener recuerdos positivos? La respuesta es sencilla: viviendo más. Aunque estamos conscientes de que la situación económica actual no permite invertir la misma cantidad de dinero en actividades recreacionales que en años anteriores, hay muchas cosas que se pueden hacer sin tener que hacer una gran inversión, pero asegurando experiencias de vida: recuerdos revitalizantes.

  1. Puedes realizar turismo interno.
  2. Puedes organizar una pequeña reunión donde puedas compartir con algunos amigos.
  3. Puedes comprometerte con alguna organización.
  4. Puedes realizar algún deseo que has tenido por años.

Entre otras muchísimas cosas que podrías hacer. Recuerda que lo importante realmente no es lo que decidas hacer sino cómo te sientas realizando la actividad y con quien la realizas.

La vida se nos ha dado para disfrutarla al máximo, no permitamos que pase sin haber obtenido el mejor provecho.

Referencia: 

Alfonso, R., & Belen, B. (2010). Reminiscencia con distintos tipos de recuerdos autobiográficos: efectos sobre la reducción de la sintomatología depresiva en la vejez. (Spanish). Psicothema, 22(2), 213-220.

 

por Jesmarie Melendez