Luchamos por lo nuestro. Trabajamos y nos esforzamos porque sabemos que hay algo que se supone que estemos haciendo. Pasan los años. Seguimos trabajando y esforzándonos pero en algún momento nos damos cuenta de que lo que estamos haciendo no tiene mucho que ver con lo que realmente se supone que estemos haciendo. ¿Nos distrajimos? Sí. ¿Nos envolvimos en un deseo de éxito? Puede ser. ¿Nos afanamos por darles “lo mejor” a nuestros hijos? Tal vez. ¿Las circunstancias cambiaron y fue muy difícil? Será.
¿Cómo regresar a mi verdadero llamado?
El hombre demuestra una tendencia a distraerse y a desviase de lo que nació para hacer. Desde el principio lo podemos ver, les daré un “play-by-play comentary” del jueguito que el hombre ha tenido con su propósito, por lo que se narra en la Biblia:
Dios dio palabra a Abraham sobre su herencia, el pueblo escogido y el proceso que atravesará para cumplir su propósito. Abraham duda porque era ya un viejito y su esposa también, se acuesta con la sierva de su esposa y nace Ismael, no el hijo de la promesa. Dios es fiel a su promesa, así que como quiera le da el hijo con su esposa y nace Isaac, el hijo de la promesa de quien nace la nación de Israel. El pueblo de Israel crece en números y pasa por el proceso mencionado por Dios a Abraham, la esclavitud en Egipto. Dios da palabra a Moisés sobre la liberación del pueblo y una tierra prometida. 10 plagas mas tarde, el mar se abre en dos, el pueblo sale de Egipto pasando en seco, a Moisés le dio una rabieta así que entran en la tierra con Josué. El pueblo pide un rey y se forma un gobierno humano entre el pueblo de Israel. El pueblo de Israel es muy fuerte y ganan muchas guerras contra otros pueblos. Los reyes eventualmente se enorgullecen, se inclinan ante otros dioses y se apartan de Jehová hasta provocar su ira. Dios empodera a imperios ajenos sobre el pueblo de Israel.
El propósito sigue latente
Aunque en esos tiempos imperios como el de Babilonia y el de Persia logren autoridad terrenal sobre los israelitas, Dios sigue fiel a su promesa. Dice en el primer capítulo de Esdras que “despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo: Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que esta en Judá. Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que esta en Judá, y edifique la casa a Jehová Dios de Israel”. El resto del capitulo 1 y 2 de Esdras narra cómo se movilizaron los israelitas exiliados de regreso a Jerusalén y cómo, por orden del rey de Persia, muchos del reino dieron ofrendas para la edificación de la casa de Jehová. Narra los nombres de todas las familias de Israel que fueron, haciendo mención especial de los sacerdotes y levitas. No es hasta el versículo 59 del 2do capitulo de Esdras que se confronta un inconveniente en cuanto al registro de las familias participantes:
“Estos fueron los que subieron de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Addán e Imer que no pudieron demostrar la casa de sus padres, ni su linaje, si eran de Israel: los hijos de Delaía, los hijos de Tobías, los hijos de Necoda, seiscientos cincuenta y dos. Y de los hijos de los sacerdotes: los hijos de Habaía, los hijos de Cos, los hijos de Barzilai, el cual tomó mujer de las hijas de Barzilai galaadita, y fue llamado por el nombre de ellas. Estos buscaron su registro de genealogías, y no fue hallado; y fueron excluidos del sacerdocio, y el gobernador les dijo que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote para consultar con Urim y Tumim.” (Esdras 2:59-63)
Conexión entre identidad y propósito
Atendamos 3 puntos de este pasaje que nos llevarán a entender cómo regresar al propósito mediante el entendimiento de quienes somos.
- Genealogía
Había una encomienda, una misión: edificar la casa de Jehová. No hay mayor satisfacción que lograr lo propuesto. En el caso de estos, fueron privados de desenvolverse a plenitud porque no pudieron identificarse delante de la autoridad. Mas aun en el caso de los sacerdotes, ya que “fueron excluidos del sacerdocio” y no podían comer de “las cosas más santas”.
¿Por qué sucedió esto? Al levantarse los imperios de Babilonia de Persia, israelitas fueron removidos de sus quehaceres para realizar diversas funciones en el actual reino de autoridad. Se salieron de su ciudad, de sus roles, sus llamados, y abandonaron la casa de Jehová para desenvolverse en otras cosas. Pasaron los años y generaciones nuevas nacieron fuera de su país de origen, fuera del ambiente inicialmente intencionado por Dios, lejos de las tareas, las enseñanzas y el propósito original.
Trayendo esto a un contexto actual:
“Mas vosotros sois el linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que mostréis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable.” -1 Pedro 2:9
Aunque años hayan pasado y actualmente te sientas lejos de lo que se supone que estés haciendo, Jesús vino a reconciliarnos a todos con el Padre, a permitirnos acceso a nuestro propósito mediante el sacrificio en la cruz. La salvación es el primer paso hacia la revelación del propósito de Dios en tu vida, propósito revelado mediante el contacto con el Espíritu Santo y el estudio de la Biblia, ambos provocando un crecimiento espiritual.
2. Exclusión del sacerdocio
Por no poder identificarse, “fueron excluidos del sacerdocio, y el gobernador les dijo que no comiesen de las cosas más santas”. Por no poder certificar quienes eran, esto trajo una confusión que impidió el acceso hacia lo que sentían hacer. Quien eres determina lo que haces. El “gobernador” aquí se refiere a la autoridad. Lo que ejerció influencia sobre la autoridad y permitía el acceso hacia el propósito fue el conocimiento, la información que certificaba quienes eran y lo que se suponía que debían hacer. La confusión y el desconocimiento, por ende, quita autoridad y acceso hacia el propósito y las bendiciones.
El pasaje bíblico expone que a los sacerdotes les fue prohibido comer “de las cosas más santas”. En Levítico 7 habla de la comida santa de los sacerdotes:
“Asimismo ésta será la ley de la expiación de la culpa; será cosa santísima. En el lugar donde degüellen el holocausto, degollaran la víctima por la culpa; y rociará su sangre alrededor sobre el altar.” -Levítico 7:1-2
“Y el sacerdote hará de ello perfume sobre el altar en ofrenda encendida al SEÑOR; y ésta será expiación de la culpa. Todo varón de entre los sacerdotes la comerá; será comida en el lugar santo; porque es cosa santísima. Como la expiación por el pecado, así será la expiación de la culpa; una misma ley tendrán; será del sacerdote que habrá hecho la reconciliación con ella.” –Levítico 7:5-7
Luego del sacrificio de Jesús en la cruz, las responsabilidades de los sacerdotes fueron delegadas a los creyentes, igual que el acceso a la presencia del Espíritu Santo. Si, tenemos pastores que nos guían en nuestro crecimiento espiritual, pero Jesús, al hacer el último sacrificio de muerte, canceló la antigua forma de llevarlos a cabo, como antes que degollaban becerros sobre altares para el perdón de los pecados. Instituyó “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1). Esto hace referencia a una muerte de la voluntad propia que se da cada vez que ejercemos dominio propio y no caemos en los deseos maliciosos de la carne. Es ahí donde quemamos nuestra propia carne en el altar de la presencia de Dios. Es en el arrepentimiento que se libera la culpa y nuestros pecados son perdonados.
3. Urim y Tumim
Urim y Tumim eran 2 pierdas que usaban los sacerdotes para discernir la voluntad de Dios a la hora de tomar una decisión. Se ha traducido tradicionalmente del hebreo como las “luces y perfecciones”, pero tomando la frase en forma alegórica, sería “revelación y verdad”. Jesús les llegó a preguntar a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién dicen que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:15-19).
Hoy día, la revelación y la verdad que puede dirigirte hacia el propósito de tu vida y sacarte del anonimato espiritual se logra por medio de Jesús, quien es “el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Un llamado al arrepentimiento
En los tiempos de Esdras, el gobernador estableció que no se restituirían los beneficios del sacerdocio en aquellos que no podían ser adecuadamente identificados hasta que se pudiera usar el Urim y el Tumim para discernir su destino. Hoy, la revelación y la verdad está a tu disposición para ayudarte a definir tu identidad, y a su vez definir tu camino hacia el propósito. Puede que un sentimiento de culpa abrace tu corazón por reconocer que no estás haciendo lo que naciste para hacer. Mientras haces el sacrificio de creer sin ver y das pasos de fe, sujetas la carne y tomas decisiones basadas en justicia, paz y amor, se desata una libertad de todo sentimiento de culpa. Se desata tu perdón y emprendes el camino hacia lo que realmente es tuyo, lo que se supone que estés haciendo.