La semana pasada, durante la clase de Teoría y Práctica de Consejería y Psicoterapia, la profesora, Dra. Wilson, nos mandó a hacer un ejercicio con la intención de ayudarnos a entender la teoría de Adler. Dividió al grupo en parejas y nos pidió que discutiéramos una evaluación que nos había dado como asignación la semana anterior sobre jerarquía familiar. Me parece que entre los apuros de estudio, trabajo y familia, es bastante difícil llegar a conocer profundamente compañeros de estudio a nivel graduado. Este ejercicio marcó la diferencia. ¿Qué mejor forma para conocer a una persona que discutiendo sus raíces? Tras hablar de los roles asumidos por hermanos, influencias de padres, primos, escuela y vecinos, uno logra entender mucha más del porqué de las actuales formas de operar de un individuo.
Luego de 15 o 20 minutos de la discusión en parejas, pasamos a compartir delante del grupo entero los hallazgos. Cabe resaltar que fuimos todos muy profesionales, y ninguno divulgó información muy personal de su compañero de ejercicio. Pero haber discutido asuntos tan delicados como sucesos de la niñez parece haber tocado algunas fibras muy profundas, y casi todos los estudiantes sacamos un espacio en la discusión general para comentar sobre algo que habíamos entendido acerca de nosotros mismos. El ejercicio impulsó una introspección que arrojó luz sobre incógnitas de nuestro propio comportamiento.
Hallazgos generales
La teoría de Adler se basa en la suposición de que ciertos factores, como el género y el orden en que naciste en relación con tus hermanos(as) implica el asumir de roles desde la niñez que luego influirán en el comportamiento del individuo a lo largo de su vida. Por ejemplo, si eres el hermano mayor y tu hermano menor nació 3 años o más después de ti, tus cuidadores pudieron haberte influenciado a asumir un rol de protector de tu hermano menor. Esto te pudo haber ayudado a desarrollar valores como responsabilidad e independencia. Siempre hay excepciones y factores de género son muy influyentes, especialmente en países latinoamericanos donde todavía abunda el machismo en muchos lugares, pero Adler intentó identificar unas leyes “universales” que se pueden manifestar en todo hogar.
Mientras cada estudiante compartía sus propias observaciones sobre los roles que asumió en su hogar y la correlación con formas actuales de tomar decisiones y actuar, casi ninguno pudo obviar la influencia de sus padres en la ecuación. “Mis padres eran muy simples, no estudiaron en la universidad pero siempre estuvieron ahí para nosotros y nos motivaron a lograr lo máximo”, decían algunos. Otros iban por la línea de “mi padre trabajó tanto que nunca estuvo en casa, no hablábamos nunca y yo siempre carecía de dirección en mi vida”.
La importancia de presencia paternal durante la niñez y la adolescencia
Mi esposa lleva ya casi 9 meses de embarazo. Te aseguro que “estilo de crianza” ha sido un tema de conversación constante en mi casa, especialmente porque el año pasado comencé una maestría en Consejería y mi esposa estudia su doctorado en Psicología Clínica. Examen tras examen de teorías de desarrollo y personalidad nos han obligado a aprender el impacto permanente que tienen ciertas etapas de la vida, especialmente la niñez y la adolescencia.
No se trata de poder decir “mis padres siempre estuvieron ahí y me dieron muchos consejos”, se trata de poder decir “recuerdo que una vez yo me encontraba con un gran problema, y hablé con mi papá (o mi mamá) porque tenia mucha confianza con él (o ella) y me dijeron algo que me hizo ver las cosas de una forma tan distinta, tan amplia, que me ayudó a tomar muchas decisiones en mi vida”.
Desarrollando individuos competentes
Decir “yo amo tanto a mis hijos y yo doy todo por ellos” no es suficiente. Es una gran labor la de crianza porque cuando los hijos crecen, salen al mundo y son confrontados con un sinnúmero de pruebas que, sin la debida preparación, tienen el potencial de llevar a un individuo al fracaso general en la vida. La misión es amarlos, pero ese mismo amor debe llevar a acciones constantes de formación. Los padres tienen la pesada responsabilidad de formar a sus hijos, de enseñarles cómo evaluar opciones, cómo discernir entre el bien y el mal, cómo manejar las finanzas, y tal vez la más compleja de todas: cómo encontrarse uno mismo, como definir la identidad propia y la dirección personal. Todo esto va mucho más allá de traer un cheque a la casa todas las semanas y asegurarse de que haya comida en la mesa, y también va más allá de hablar mucho porque las palabras sin ejemplo son huecas e insignificantes.
La Biblia habla muchísimo del rol de los padres en la crianza:
“Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos.” -Deuteronomio 4:9 (énfasis del autor)
“Y enseñadlas a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” –Deuteronomio 11:19
“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor.” –Efesios 6:4 (énfasis del autor)
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” -Proverbios 22:6