Escribo esto en un cuarto del hospital. Espero mientras mi hijo se recupera de una operación. Héctor Alejandro nació hace 4 meses con una obstrucción en el intestino. Le habían hecho una colostomía y hace 4 días le reconectaron el intestino.
Hoy, anhelo la bendición de Dios. Descanso en Él.
Queremos que Dios esté donde nosotros estemos. ¿Por qué? Porque sabemos que donde Dios está, están también sus bendiciones: su protección, sanidad, libertad, prosperidad, paz, restauración, salvación, fuerza, poder, autoridad, dominio… en fin, todo lo bueno. Queremos lo bueno.
Pero lo tenemos al revés
Pensamos que Dios debe estar en donde nosotros estemos. Tomamos decisiones primero, y luego oramos para que Dios las respalde. Nos movemos y queremos que Él nos siga a nosotros. ¿Acaso Jesús debe ser tu discípulo?
Cristo nos explica claramente el orden correcto de los sucesos:
“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” -Juan 12:26
El resultado final es el que deseamos: ser honrados por Dios.
Tómese un momento para digerir ese concepto: ser honrado por el Creador. ¿Usted se imagina esa dicha y bendición? Que Dios me honre. Que me respalde y proteja. Que me dé la victoria.
Yo anhelo esa victoria. Quiero conquistar los retos que confronto.
Yo sé que necesito la ayuda de Dios para lograrlo.
¿Cómo lo hago? ¿Cómo consigo el respaldo celestial?
Simple. Debo seguir a Cristo. Debo llegar hasta Él. Y quedarme a su lado. Debo ser su siervo.
¿Y cómo hago eso? Me tengo que enterar primeramente de dónde Jesús está y qué hace ahí. Dios es amor, así que está en donde su amor y misericordia hagan falta. En todo lugar donde haga falta paz, provisión, restauración, sanidad, liberación y alimento.
Comienza desde tu corazón, ese es el punto de partida. Permítele trabajar en tu interior; sanarte, liberarte, perdonarte, demostrarte su provisión, paz y restauración. Luego, das por gracia lo que por gracia hayas recibido.
Dios es el médico por excelencia. Él administra el mejor hospital, aquel que se especializa en sanar las heridas de tu corazón. Tu rencor, tus dudas y confusiones, tu frustración. Mientras opera en tu corazón, va enseñándote quién es y cómo entablar conversaciones con Él. Luego, podrás discernir Su dulce voz que te irá llevando, como si de la mano, exactamente a tu lugar de bendición. Donde el Padre ha de honrarte.