Imagen de www.luiscarlosmorales.com

Imagen de www.luiscarlosmorales.com

¿Cuál es el secreto que conocen algunos acerca de la multiplicación? ¿Cómo logran tal abundancia? No me refiero a la avaricia, me refiero a ganar estratégicamente la pelea que tenemos que pelear para alcanzar lo que anhelamos. Para algunos, sueños consisten en salir de la escasez económica y formar una familia saludable. Para otros, fundar proyectos que ayudarán a las naciones.

Usa tus materiales

La parábola de los talentos (Mateo 25:14-30) nos ayuda a entender la perspectiva de Dios respecto a su expectativa de nosotros:

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” –Mateo 25:14-21

El que tenía 2 talentos se presentó y recibió el mismo alago. El que tenía 1 talento, sin embargo, dijo lo siguiente:

“Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” –Mateo 25:24-30

Tras leer este pasaje, se nos podría inspirar la siguiente reflexión: ¿Qué he hecho con lo que se me dio? Mis destrezas, mi pasión, mis recursos económicos, mis conocimientos y talentos, ¿los he multiplicado o los tengo escondidos?

¿Qué fue lo que le sucedió al de 1 talento? Su percepción del amo influyó sobre su percepción del talento que le fue dado. El pasaje dice que tuvo miedo del amo, y por lo tanto su acción respecto al talento fue de miedo: lo escondió.

La parábola del hijo prodigo (Lucas 15:11-32) nos presenta un panorama similar: el hijo menor estuvo dispuesto a malgastar los bienes de su herencia porque tenía una percepción errada de su padre, pues ambos hijos lo veían como un amo. Por ende, carecía de una conciencia clara del valor de lo que recibía. Fue solo al ser confrontados con el amor del padre que pudieron comenzar a disfrutar de los beneficios de su herencia.

Lo que hacen las opiniones

Podemos pararnos sobre arena, añadirle piedras, cemento y agua hasta poder gritarle al mundo que es sólida.

Pero las opiniones son aprobadas solo al pasar la tormenta.

La veracidad es certificada mediante pruebas. Lamentablemente, podemos ser impulsados por opiniones mal fundadas que nunca nos han dado los mejores resultados. El fruto principal de la abundancia de opiniones sobre arena es la pobreza almática.

La pobreza almática

La falta de una dirección clara de vida y la disciplina necesaria para poder llegar al punto más anhelado es nuestro mayor estorbo. Por no tener conciencia de lo que fuimos creados para hacer, no encontramos el valor en lo que está en nuestras manos (Esaú vendió su primogenitura con todos sus beneficios por un guisado de lentejas en Génesis 25). Es el deseo de Dios que nos enteremos de 1) nuestro propósito, que 2) recibamos dominio propio y 3) la fuerza que necesitamos para llegar al punto en el cual podamos decir que valió la pena.

  1. Entérate de tu propósito: Hay pocas cosas peores que sentirnos que estamos perdiendo tiempo invirtiéndonos en cosas que no tienen nada que ver con lo que realmente nos apasiona. Pero, ¿cómo defino la visión?

En el capítulo 2 de Hechos narra lo que sucedió en el día de pentecostés después de la muerte y resurrección de Cristo. Dice la Palabra que estaban reunidos los creyentes que esperaban en obediencia tras las últimas instrucciones que les dejó Jesús (Hechos 1). “De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban” (Hechos 2:2). El Espíritu Santo vino sobre ellos. Luego de que se compusieron de lo que parecía ser una borrachera para aquellos que no creyeron, Pedro explicó el acontecimiento al citar del libro del Profeta Joel:

“En los postreros días —dice Dios—,
derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
vuestros jóvenes verán visiones
y vuestros ancianos soñarán sueños;
y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas, en aquellos días
derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.” –Hechos 2:17-18

Uno de los frutos de un encuentro con el Espíritu Santo es la manifestación profética. Una profecía es una mirada mediante los ojos de Dios hacia el futuro. Cabe resaltar que hablamos del plan de Dios, su propósito. El propósito de Dios alcanzable, pero como El no interfiere con nuestro libre albedrio, alcanzarlo dependerá de nuestras decisiones. Siembra y cosecha: sembramos obediencia a Dios y cosechamos la manifestación de Dios, su revelación mediante el Espíritu Santo:

“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él.” –Juan 14:21

2. Dominio propio / disciplina: En muchísimas ocasiones, estamos claros en cuanto a lo que queremos alcanzar. Simplemente, no estamos dispuestos a hacer lo necesario para llegar. Aunque el Espíritu Santo nos ayuda a ejercer dominio propio (2 Timoteo 1:7), a la hora de la prueba, perseverar tendrá un poco más que ver con nuestro deseo de perseverar. ¿Cómo estás tolerando el proceso?

Vemos estrellas como Micheal Jordan llegar a la estratosfera, pero en entrevistas él es muy claro a explicar las incontables horas que invertía en práctica para multiplicar sus talentos.

3. La fuerza que nos mueve: La plenitud del propósito de Dios en tu vida no termina al alcanzar el trabajo y la familia. Hay más, mucho más. Dios equipa a sus hijos para que puedan bendecir naciones.

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” –Juan 15:5

Alcanzar las bendiciones más anheladas requiere ganar las batallas más difíciles. Estas amenazan principalmente nuestra integridad. Trayendo el macro de la batalla final de Apocalipsis 19 al micro de nuestras batallas diarias, la estrategia ganadora es montarnos sobre el mismo vehículo del ganador: el caballo blanco. El caballo blanco es la santidad, todo lo que consagramos a Dios es recibido y respaldado por El. Muchos veces vemos resultados negativos en nuestras vidas porque en vez de la santidad, somos movidos por envidia, rencores, deseos de venganza, soledad y escasez, lujuria o avaricia. Cosechamos de lo que sembramos.

Muévete en amor

Solo al callar la voz de nuestras propias opiniones le permitimos a Dios acercarse. Al acercarse, vemos su inmenso amor y lo valioso que es todo lo que ha depositado en cada uno de nosotros. Los talentos que se nos dieron son las armas que necesitamos para poder ganar y avanzar el reino de los cielos aquí en la tierra. He visto personas con pocos talentos lograr grandes cosas por tan solo proponerse a multiplicarlos. De la misma forma, día a día veo individuos talentosísimos malgastar y desaprovechar de lo que Dios les ha dado.

Móntate sobre el caballo blanco y deja que seas movido por la santidad. La obediencia conmueve a Dios, provocando que se derrame otro nivel de amor y respaldo sobre tu vida, manifiesto mediante su Espíritu Santo, trayendo la dirección y la ayuda que necesitas para activar tus armas de guerra y alcanzar lo que te es prometido.