Nadie es tan fuerte como quisiera ser. La verdadera fortaleza y valentía es aquella que se requiere para confrontar y atender la oscuridad interna. Poder reconocer que lo que pasó, duele. Aceptar que no se manejó de la mejor manera, pedir perdón y perdonarse. Atreverse a mirar las áreas rotas, decidir no ignorarlas más, y tomar ese primer bloque para comenzar a reconstruir. Ese calibre de fuerza, solo proviene del Creador de la misma. Se encuentra en El.
Búscala en El, y sé libre. Espera en Su silencio, y encontrarás fuerzas para dar ese primer paso, que tal vez sea el más difícil: ser humilde.
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” -Mateo 11:28-30