Vivimos en una constante susceptibilidad a nuestro entorno. Solo basta observar a un grupo de personas viendo las noticias en la televisión para notar el efecto que tiene en sus estados de ánimo. Enterarse de matanzas y aumentos en los niveles de desempleo… naturalmente, de repente la conversación refleja temor y ansiedad entre los miembros.
En la percepción es que comienza el ciclo de la influencia: lo que entra por nuestros sentidos y la manera en que lo procesamos psicológicamente. El significado que le asignamos a lo que vemos, oímos, olemos, sentimos, etc., es construido principalmente por nuestras interacciones sociales y nuestras reacciones ante ellas. Por ejemplo, cuando era niño, las opiniones que expresaban mis padres y abuelos respecto a política me provocaron unos análisis personales que influyeron en lo que opino hoy. Por etapas de desarrollo, tenderemos a darles mayor autoridad o importancia a diferentes figuras. En la niñez, puede influir más lo que digan mis cuidadores. En la adolescencia, lo que digan mis amigos.
¿Qué y quién está influyendo en ti?
¿De dónde proviene la mayor cantidad de información que recibes? Tal vez sea de la televisión, radio o libros, a lo mejor de vecinos, familiares, o compañeros de trabajo. Es necesario que entendamos que todo lo que permitimos que entre por nuestros sentidos tiene un efecto tan profundo que nos afecta hasta en lo espiritual:
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” –Romanos 10:17
Lo que escuchas o percibes, determina lo que crees. Si escuchas constantemente que tu nación está perdida y que no hay esperanza, hay gran probabilidad de que eso también pienses tú. Eso puede influir en tu actitud. A su vez, tu actitud influirá en tu comportamiento. Si piensas que no hay esperanza, ¿para qué te vas a esforzar?
De lo contrario, si intencionalmente te expones a información diferente, a gente que piense y actúe de forma diferente, esto también tendrá un efecto sobre tu actitud y comportamiento. Tu actitud se alineará con un pensamiento esperanzador, que a su vez te moverá a provocar una mejoría en tu entorno.
¿Cómo identificar si lo que influye en ti es positivo o negativo?
“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” –Lucas 6:45
Si en tu corazón hay desánimo, hablarás palabras de desánimo que desanimarán a quienes te rodean. A nadie le gusta ser desanimado, así que evalúa tu discurso si a menudo te sientes sol@. Si en tu corazón hay esperanza, hablarás palabras de esperanza que avivarán a tu entorno.
¿Qué quieres alcanzar?
En este tiempo, evaluar lo que hablas no es muy difícil. Mucho de lo que hablas está escrito. Si el Apóstol Pablo hubiera vivido en esta época, fácilmente pudo haber escrito que “de la abundancia de tu corazón habla tu cuenta de Facebook o Twitter.” Analicemos lo que hemos publicado en estos últimos meses y en base a eso, hazte estas preguntas: ¿Cuál es el tesoro que tengo albergado en mi corazón? En mi interior, ¿abunda la fe o la desesperanza?
En base a lo que encuentres, ¿estás dispuesto a tomar acción? A menudo escucho a personas quejarse porque están disgustados con sus circunstancias. Quieren que las cosas a su alrededor sean diferentes, pero no dan el paso a ser agentes de cambio, a ser protagonistas en su entorno.
Eres protagonista en tu historia
Tal vez sea cuestión de cambiar a otra emisora de radio, comenzar a frecuentar lugares donde se hable palabra de fe, o leer un libro edificante. Es hora de comenzar a albergar tesoros buenos en nuestros corazones para poderlos influir en los demás y comenzar a cambiar nuestros entornos. A fin de cuentas, tu historia se trata de ti y de cómo influiste en tu entorno y descendencia. Imagínate lo que hablarán tus hijos de ti, sobrinos, vecinos, nietos, periódicos, incluso libros de historia… ¿te recordarán por algo? ¿Empeoraste tu entorno, lo dejaste igual o provocaste un cambio positivo? ¿Tu legado será de desesperanza y escasez, o de fe y vida en abundancia? Querámoslo o no, todo lo que decidamos influirá en nuestro entorno. Aun nuestro silencio.
Si te llenas de cosas que construyen, en tu entorno construirás. Aprovechemos el tiempo para llenarnos de Dios mediante una intimidad en oración y estudio de la Biblia, atención a la familia, productividad, relaciones edificantes y conversaciones conducentes al crecimiento, recreación sana (que no destruye ni perjudica), ejercicio y buena dieta para fortalecer el cuerpo y poder disfrutar más de lo que Dios tiene para nosotros, servicio al necesitado…
Por más pequeña que consideremos nuestra influencia, en Dios, cada uno de nosotros tiene la capacidad de ser luz en medio de las tinieblas. Llénate de luz, y brilla. En las décadas siguientes, tu descendencia te lo agradecerá.