En la iglesia decimos esto mucho: “A Dios sea la gloria y el poder”. Pero ¿vivimos eso? ¿Damos a Dios la gloria y el poder?
Creo que muchas personas en la iglesia viven atadas a enfermedades, pecados, condiciones de salud mental, desenfrenos sexuales, etc., no por el poder del diablo, sino por el poder de sus propias palabras. ¡Hace tiempo que Cristo los liberó! Pero, vuelven y se atan con los dichos de sus labios.
En el culto gritan “¡gloria a Dios!” y “¡a Dios sea el poder!”, pero durante la semana hablan más de sus problemas, que de sus bendiciones y oportunidades para cumplir los planes de Dios.
Incluso, cuando reciben una palabra de fe o un llamado a una asignación divina (como un ministerio u otro proyecto de vida), muchos responden así: “Amén, pero…”
“Pero yo tengo estas enfermedades…”
“Pero yo tengo estas condiciones de salud mental…”
“Pero yo tengo estos pecados…”
“Pero yo tengo este problema en mi familia…”
“Pero yo tengo estas limitaciones…”
Decimos “a Dios sea el poder”, pero realmente le damos el poder a las quejas y a las excusas.
Entendamos esto: Las excusas que expresamos, reflejan las fortalezas que cargamos.
Una fortaleza espiritual es un área en nuestra vida en la que no permitimos que Dios trabaje. Podría ser en el área de finanzas, matrimonio / crianza / familia, servicio o llamado ministerial, salud mental, desarrollo académico o profesional, vida de santidad, etc.
Impedimos que Dios trabaje en esa área por miedo al cambio, pero la realidad es que esa área de nuestra vida está siendo gobernada por las tinieblas y la desobediencia a Dios (2 Corintios 10:4-6). Los espíritus de las tinieblas edifican las fortalezas espirituales en nuestras mentes (vuelve y lee esa oración). Son mentalidades construidas y diseñadas para impedir que Dios comience a traer sanidad, orden y cumplimiento de propósito sobre estas áreas de nuestras vidas. En otras palabras, estos argumentos (estas excusas) se van construyendo en nuestras mentes a lo largo del tiempo para defender nuestro estancamiento e impedir que progresemos.
Repito: Las fortalezas espirituales se expresan a través de nuestros argumentos, nuestras quejas, nuestros lamentos y nuestras excusas.
Si Dios habita en medio de nuestras alabanzas, ¿quién habita en medio de nuestras quejas y excusas?
Si queremos ver cambios, lo primero que necesitamos cambiar es nuestro vocabulario. Rompe toda fortaleza limitante con palabras de fe:
“Yo estaba enfermo, pero Dios me sanó. Heme aquí, Señor. Estoy disponible para ti. Has lo que quieras conmigo.”
“Yo estaba atado al pecado, pero Dios me perdonó y me liberó. Heme aquí, Señor. Estoy disponible para ti. Has lo que quieras conmigo.”
“Yo tenía muchos miedos y limitaciones, pero ahora todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Heme aquí, Señor. Estoy disponible para ti. Has lo que quieras conmigo.”
Entonces, la voluntad de Dios comenzará a fluir sobre esas áreas de nuestras vidas que habían estado estancadas, porque nosotros ahora comenzamos a abrir paso CON LA FE. ¡La fe es nuestra arma de milicia más poderosa! Recordemos que Cristo es un caballero y trabajará con las áreas de nuestras vidas que nosotros le permitamos.
¡Eres libre en el nombre de Jesús!