No hace mucho me encontraba en una oficina médica a la cual solo se entra si te lo permiten desde adentro.  Tocas, un empleado presiona un botón y zas, se abre la puerta. La secretaria estaba muy ocupada para abrir y una señora deseaba entrar. Una niña de alrededor de ocho años que estaba con su familia se levantó a abrirle la puerta manualmente. Su hermana de alrededor de trece años la interrumpió con un ¡Tú no eres sirvienta de nadie!

Vivimos rodeados de seres humanos que necesitan y no piden. Vemos que otros lo hacen para usos incorrectos. Escuchamos de personas que viven solos, sin alguien que les dé una mano, y sólo cuando aparece un buen samaritano, cambia su condición.

Servir; ¿por qué servir?  Servimos porque para vivir en sociedad necesitamos unos de otros. Servimos porque desde pequeños vemos y recibimos acciones de servicio. Nuestros padres nos alimentan, cambian, bañan, y entre ellos también existe el servicio. Solo así pueden salir adelante las familias.

Servimos porque causa satisfacción dar de lo que tenemos. Damos afecto, sonrisas y abrazos. Dentro de nosotros también tenemos conocimientos adquiridos a través del tiempo que podemos enseñar y mejorar la calidad de vida de otros. No se nos puede olvidar que servimos siendo educados con nuestros semejantes y ellos a su vez lo serán con otros.

Servimos sobre todo porque Jesús enseñó en su Palabra, “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir”. (Mc 10:45)  ¡Que lección tan hermosa!  Aquel que podía esperar que todo le fuera hecho, modeló que servir es parte integral de ser Hijo de Dios.

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Nuestra isla debe cambiar su enfoque de ¿Qué nos pasa Puerto Rico?  Por ¡Vamos a mejorar a Puerto Rico! Es un reto. ¿Cómo lograrlo? Olvidando un poco, sólo un poco el yo y lo mío, sustituyéndolo por ¿cómo estás? y ¿qué necesitas?

Acepta el reto, una sonrisa a la vez, ¡Una puerta a la vez!