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A menudo vemos en personas cercanas, inclusive en nuestras propias vidas, un vaivén constante entre el progreso y la caída, a veces con periodos prolongados de intensa inestabilidad que parecen hamaquear al individuo desde adentro hacia afuera. ¿Cuál será la razón? ¿Qué será lo que nos impide permanecer en un camino estable?

Para poder contestar estas preguntas, analicemos el desorden. Primero, desde donde lo podemos ver: desde afuera. Luego profundizamos hacia adentro.

Mirando al desorden desde afuera

Visualicemos la escena de un robo en una casa. Hubo un escalamiento de noche mientras la familia dormía. Los vecinos no se enteraron hasta la mañana siguiente cuando llegó la señora que limpia y encontró el desastre. Los ladrones habían entrado y rebuscaron toda la casa. Se llevaron lo que bien les pareció y rompieron casi todo lo demás, revolcando muebles, gavetas, gabinetes y roperos en el proceso. Las fotos en el informe de la policía demuestran una obra maestra de destrucción: vandalismo, rotura, quebrantamiento, golpes y espacios vacíos donde antes habían obsequios de valor.

Mirando al desorden desde adentro: ¿Qué fue lo que paso?

Se escucha el estruendo del romper de una ventana que despierta al matrimonio. El esposo le asegura a su mujer que no es nada: “Probablemente fue el perro que tumbó algo”. Pero alarmado, se levanta a asegurarse de que todo está bien. Camina lentamente por la oscuridad de la casa, expectante ante cualquier riesgo. De repente, ¡el asalto! Dos hombres enmascarados lo agarran, lo prenden y amarran para poder correr al cuarto a hacer lo mismo con su esposa antes de que llame a la policía. Lo logran.

Esta es tu casa

Ajustemos el enfoque. La casa soy yo (y la casa eres tú). Pasan tiempos en los cuales suceden eventos repentinos que no podemos entender de primera instancia, pero vemos los resultados. Vemos muchas cosas rotas en nuestras vidas: la falta de salud y paz en nuestras relaciones, emociones, ambientes de trabajo y estudio, y a veces aun en nuestros cuerpos físicos. Pero, ¿cómo llegamos hasta aquí?

“Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa.” –Marcos 3:27

Tal vez te sucedió como al hombre que fue asaltado. Mientras dormía, algo entró en su casa con la intención de hacer daño. El hombre no quería que le hicieran daño, pero cuando se dio cuenta de lo que ocurría, ya era muy tarde. Ya estaba atado.

Antes del desorden, viene la atadura

Cuidado con las decisiones que tomas. Cuidado con lo que dejas entrar en tu vida. No te duermas y aumenta tus defensas, puede que estés vulnerable y no te hayas dado cuenta. En momentos de debilidad mental, espiritual y emocional, somos muy susceptibles a la entrada de cualquier cosa que pueda hacernos sentir mejor: relaciones que no nos convienen, oportunidades de trabajo que nos restan más de lo que pagan, hobbies y aspiraciones que pueden parecer llenarnos, pero que nos alejan de lo que realmente se supone que estemos haciendo. ¡Cuidado con las distracciones!

Llama la policía a tiempo

Pide ayuda antes de que sea muy tarde. Habla con personas sabias, busca consejería espiritual; si fuera necesario, busca ayuda profesional. Has todo lo posible. Muchas veces no podemos ver la magnitud de las consecuencias de nuestros actos hasta que ya estamos atados en medio de una casa saqueada.