Todos queremos ser efectivos. Queremos lograr lo que nos proponemos. Los mismos discípulos de Jesús se maravillaban al presenciar Su éxito en todo lo que hacía. “¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?”, se preguntaban (Marcos 4:41). Ellos observaban detenidamente al Maestro, lo veían y lo escuchaban orar. Identificaron una relación entre la oración y la consecución de metas. “Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1).
Oímos hablar muchísimo acerca de la importancia de la oración. Pero, ¿qué realmente sucede cuando oramos? ¿Lo estaremos haciendo bien? “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4:3).
El Apóstol Pablo nos expone lo siguiente acerca de Jesús y el propósito de la oración:
“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cual sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en El” (Efesios 3:8-12, énfasis del autor)
Desglosemos los puntos:
- Pablo nos habla de un “misterio escondido”, pero antes de exponerlo, comienza con una humillación: “soy menos que el más pequeño de todos los santos”. Antes de haber recibido la revelación de Dios acerca de ese misterio, a Pablo (antes perseguidor de cristianos) “le rodeó un resplandor de luz del cielo” y cayó en tierra (Hechos 9:3). Tenemos que caer de nuestro orgullo, de nuestras opiniones y malicia, para poder escuchar las instrucciones de Dios.
- La revelación sobre las “inescrutables (desconocidas) riquezas de Cristo” que ahora deben ser anunciadas entre los “gentiles” significa que personas anteriormente no consideradas hijos de Dios, son incluidos ahora como coherederos del Reino luego del cumplimiento de las profesáis por medio del sacrificio de Jesús: Nuevo Pacto. Estas riquezas, bendiciones e instrucciones, son para todos los que las reclamen.
- La “multiforme sabiduría de Dios” es muy variada, como un ramillete de flores de diversos colores. Dios tiene instrucciones específicas para todas las áreas que le entregues de tu vida.
- Que la instrucción de Dios revelada a ti por medio de la oración, puesta en tu corazón como un deseo apasionado, sea ahora “dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales”:
- Tú eres la iglesia, eres templo del Espíritu Santo desde el momento en que recibes a Jesús como tu Señor y Salvador. El lugar donde te puedes congregar representa un grupo social de apoyo espiritual y emocional donde puedes recibir dirección, alimento para tu alma y espíritu, entendimiento por medio de la predicación de Su Palabra y tiempos de libertad en adoración.
- “Los principados y potestades en los lugares celestiales” son gobernadores y autoridades en los cielos. Pero, ¿por qué nosotros le tenemos que expresar a los ángeles, que están en el cielo, instrucciones que de primera instancia salieron del cielo? “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (Hebreos 1:14). Si alguna vez has leído un libro de auto-ayuda, tal vez aprendiste que si decretas tus deseos en voz alta, “el universo conspirará a tu favor”. Ahora entiendes por qué: los ángeles están a servicio del hombre por cuanto Dios lo escogió para que estuviera bajo su gracia. Pero por favor, Jesús no dijo que le oráramos a los ángeles, ni a mas nadie: “Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
En medio de la oración, conversamos con Dios. Lo reconocemos como Padre Celestial, Santo y bueno, le expresamos nuestro agradecimiento y nuestras necesidades, pedimos perdón y corrección para no volver en caer el nuestros errores, y clamamos por Su bendición. Luego de nuestro clamor, al permanecer callados, le permitimos espacio para que hable a nuestro espíritu por medio de su Espíritu Santo. En nuestro silencio, en nuestro quebrantamiento, Dios revela lo que para nosotros es misterio: cómo lograr lo que anhelamos.
Por Héctor Alfredo Millán
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