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Si levantamos resistencia contra la santidad de Dios, eso que sentimos en Su presencia que nos impulsa a cambiar; si hacemos caso omiso a ese fuego que intenta abrazar hasta consumir nuestra culpa y pecado, resistimos al mismo Espíritu Santo en su mayor misión con nosotros: CONVERTIRNOS en gente que pueda cargar Su poder transformador.

Si resistimos lo que nos da poder para provocar el cumplimiento de nuestras peticiones delante de Dios, en vano oramos, en vano pedimos. Enfocarnos solo en el amor de Jesús, Su gracia y misericordia, nos llevará solo hasta la puerta de acceso. Jesús es la puerta (Juan 10:9), o sea el acceso, es por Su gracia que tenemos camino al Padre (Juan 14:6). El camino se debe ANDAR si queremos LLEGAR al Padre, quien posee en sus manos todas las contestaciones y toda fuerza para desatar tu milagro. ¿Quién te llena de fe y poder para reclamar y arrebatar lo que se te ha prometido? El Espíritu Santo. Al caminar EN Cristo, al buscarle diariamente, al tener una relación íntima con El en la que El nos hable, dirija y nutra para poder perseverar en obediencia a Él, al dejarnos moldear por Su santidad, el Espíritu Santo nos empodera para romper todo obstáculo, hasta poder VER la manifestación de Su gloria.

“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho.” –Juan 14:26

Él nos enseñará, en Su poder veremos la manifestación.