Entregarse a Dios es aceptar el 100% de Su voluntad como agradable y perfecta. Es creer que El es bueno, todo el tiempo. No hay lugar para el desánimo en esta entrega, pues confiamos que cada momento, cada proceso, nos ayuda para bien y nos acerca al cumplimiento de Su propósito que es en fin, exactamente lo que necesitamos y lo que secretamente hemos anhelado desde el principio.
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” – 2 Timoteo 1:7