“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos,
Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.” -Salmos 33:6
No se puede hablar, sin respirar. Todo lo que decimos, son solo variaciones del aire que sale de nuestras bocas. En este pasaje, la traducción hebrea de “aliento” es “espíritu”. En otras palabras, diría: “por el espíritu de su boca”.
*Toda la maravillosa creación, es el producto de la palabra de Dios y Su Espíritu yendo hacia adelante de manera infundida.
Si la palabra de Dios está infundida con Su Espíritu, ¿qué crees que ocurre cuando hablas Su palabra o declaras en Su nombre? Al hacerlo, las palabras que respiras cargan también el poder de Su Santo Espíritu. Poder para crear donde no hay. Poder para restaurar donde se ha roto o dañado. Poder para mover lo que se ha paralizado.
Cuando declaramos y obedecemos los textos Bíblicos, nuestras vidas se convierten en el lápiz con el cual Dios dibuja las historias de Su perfecta voluntad. Es en el caminar en Cristo que la Biblia cobra sentido, pues es el vocabulario de la vida; no nos fue dada para solo ser leída. Cuando la hablas, cuando reclamas para tu propia vida las promesas plasmadas en la Biblia, Dios respalda con el poder de Su Espíritu y comienza a provocar cambios; la mayoría de las veces, cambios no esperados. A veces se abren puertas de oportunidad que al verlas, nos causan muchísimo temor porque sentimos que no estamos preparados para entrar. Otras veces pareciera como si fuéramos detenidos, tal vez porque lo que estamos declarando requiere que tomemos decisiones y hagamos cosas que aún no hemos comenzado a hacer.
La palabra de Dios es viva y te impulsa.
Apodérate, aprópiate de los principios Bíblicos para que hables vida: Que el aliento de tu vida esté infundido con el poder de Dios y avive todo lo estancado en ti y a tu alrededor, y construya las estructuras que te levanten y preparen un punto de partida más alto para tu nación y tus generaciones.