Salmo 119:18, ‘”abre mis ojos y hazme ver”’.

Desde que acepté al Señor Jesucristo como mi salvador personal, he experimentado un cambio excepcional en mi vida. Las situaciones cotidianas, mis vivencias, el enfoque a lo que ocurre a mí alrededor, al que dirán y al futuro, ha cambiado. A lo largo de mi vida había aprendido a ver como la sociedad dicta que debe verse.  Había aprendido a dar  importancia a lo que la cultura, la ciencia, la moda y el vecino imponen.

Ahora comprendo que  vivía ciega.  Me maravillo del poco sentido de valor que podemos darle a lo que en realidad posee importancia. Hace poco aprendí que maravillarse significa quedarse sin sentido. Hoy doy gracias a Dios por todas las veces que me deja maravillada y sin sentido con la forma como Él actúa, organiza, orquestra, dirige, provee y ordena. Solo Él pudo y supo llevar mi vida a un nuevo nivel de superación, orden, conocimiento y propósito.

¿Cómo lo consiguió? Abriendo mis ojos, mostrándome su amor, hablándome de Sus sueños, trayendo a mi corazón Sus pensamientos, que son más altos que los míos y asumiendo el control de mi vida.

¡Dios quiere maravillarnos, sí a todos!  Somos sus criaturas, pero Él quiere que dejemos de ser espectadores de lo que El Todo Suficiente hace con otros. El desea que te conviertas en Su Hijo. Desea adoptarte y darte lo que a los hijos les toca: un lugar dentro de la palma de su mano y preferencia en Su corazón. Quedarás pasmado como lo estoy yo, tu visión será ampliada. Él quiere mostrarte Su esencia.

Apréstate  a recibir, escucha la Palabra de Dios, aprende a orar; es tan sencillo como hablar con un gran amigo. Dios honrará tu anhelo. No hay nada que tú  puedas pedir, que puedas haber hecho, que Él no conozca. Él promete en su palabra honrar aquellos que le honran, y que contestará a aquellos que claman. “Clama a mí y yo te responderé y te llevaré a lugares que tú no conoces”.

¿Qué esperas? Solo tienes que decidirlo en tu corazón y Él hará el resto. Allí donde estás dile al Señor Jesús; Señor Jesús, he estado ciego, abre mis ojos y hazme ver, perdona mis pecados. Te entrego mi vida. De hoy en adelante serás mi Señor y mi Rey.

Si tu oración es hecha de corazón, comenzarás a vivir una experiencia de vida que nunca soñaste. Verás cosas que nunca has visto porque Él es fiel y cumple sus promesas.

Dios te bendiga hoy y siempre.