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Intimidad es un concepto poco valorado en estos tiempos. ¿Cuántas veces escuchamos que dos personas se conocieron y tuvieron intimidad?  Conocerse no es ser presentados, es un proceso que toma años y tener relaciones sexuales no es lo mismo que hacer el amor, sólo debe formar parte de una relación amorosa y bendecida llamada matrimonio. Allí la intimidad es plena.

Intimidad es un proceso que requiere esfuerzo, deseo, compromiso, dedicación y tiempo. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios.  Adán y Eva disfrutaron una relación personal e íntima con Dios. Compartían el vecindario, El Jardín del Edén, la mesa, conversaban, paseaban… eso es vivir en intimidad.  Se conocían. Era una relación de respeto y compromiso donde el dueño de la finca impuso límites territoriales: “de todo árbol del huerto comerás; mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás (Génesis 2:16-17)”.

Así son las relaciones íntimas, ofrecen beneficios, conllevan responsabilidad y respeto.  Según aparece en Génesis 3, Adán y Eva violentaron el acuerdo y comieron el fruto del árbol no permitido. Dios los llamó, “¿dónde estás tú?” (Génesis 3:9).  Sólo ellos saben cuántas veces Dios los había llamado. Como en toda relación íntima, hacemos preguntas.  Ésta en particular, es retórica.  Dios sabía dónde estaban, sólo quería que ellos se lo dijeran. Estaban escondidos, haciéndose delantales de hojas. Cuando la intimidad es violentada entre dos, uno pregunta: ¿Dónde estás? ¿Qué es lo que has hecho? Muchas hermosas relaciones se han roto por una imprudencia. Sustituimos el compromiso por el placer temporal. Nosotros nacimos para caminar en perfecta armonía con Dios, para escuchar su voz y ser guidaos hacia la paz.  Nuestro jardín es Su amor, nuestra responsabilidad es buscarlo a Él y cuando lo hacemos, damos el valor adecuado a lo que tenemos.

La transparencia es imprescindible. Todos cometemos errores, pero escondernos, alejarnos, hacernos delantales para taparnos de Él, sólo nos aleja de Su perdón. Este perdón nos da paz. Hoy El Señor Jesús pregunta: ¿dónde estás?  La pregunta sigue siendo retórica.  Es una invitación al diálogo y a la comunión. Él quiere que te quites el delantal de la culpa, del temor y del enojo.  Él te dice: “ven ahora y razonemos” (Isaías 1:18).  Él quiere acercarse y demostrarte Su amor. ¿Crees tú que es importante responder a esa pregunta?  Hoy, igual que siempre, tienes la oportunidad de hacer un cambio de dirección. Jesús es el Camino, La Verdad y La Vida (Juan 14:6) que te llevarán al Padre de la gloria. La invitación es al cambio de respuesta.  Es una invitación a aceptar nuestra responsabilidad y decir “me equivoqué, he hecho las cosas a mi manera y no ha resultado como esperaba”.

La restauración de la intimidad con Él es posible, la restauración de tu vida bien lo vale. Él perdona nuestros pecados y nos invita a buscarlo.  Cristo murió en una cruz por ti.  La Biblia dice que si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). Confiesa tu falta, invítalo a ser parte activa en tu vida, repite:

“Señor Jesús, creo que eres el Hijo de Dios, confieso que he pecado y te pido perdón.  Te recibo como mi único Salvador, por el sacrificio que hiciste por mí en la cruz.  Por favor renuévame. Amén.”

Hoy es un nuevo día y tu oportunidad para establecer la intimidad perdida traerá gozo a tu corazón, paz a tu vida y mejorará la imagen que tienes de ti mismo al verte como hijo(a) del Padre Celestial. Mejorando uno a la vez, una relación a la vez, una familia a la vez, seremos testigos de una Tierra mejor; con la ayuda del Creador.

por Nydia Martínez