Mientras Jesús anduvo entre los hombre en la tierra, fue confrontado constantemente por los judíos porque veían que cada día se convertían más y más a Él. Llegó el momento en que “le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos has de turbar el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Les respondió Jesús: Os lo he dicho, y no creéis: las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí” (Juan 10:24).
Si este fue el caso de los judíos, que siendo testigos de las obras milagrosas que hizo Jesús, rechazaron seguirle, ¿cuánto más nos podría pasar a nosotros? Pero, ¿cuánto fundamento necesitamos para movernos de una curiosidad a una creencia, y de esa creencia a una devoción?
El fundamento de la fe es la experiencia
¿Qué impedía que los judíos se acercaran a Jesús? Muchísimos le siguieron porque fueron sanados, liberados o vieron frente a ellos la realización de algún milagro. Sin embargo, lo más poderoso que hizo Jesús fue impartir enseñanzas que retaron y revolucionaron la forma acostumbrada de hacer las cosas. Su mensaje de amor y perdón amenazaba el modus operandi del “ojo por ojo y diente por diente”, y el castigo mediante apedreadas. Inspiró la introspección y la autoevaluación, moviendo el poder juzgador de los oficiales de las iglesias y poniéndolo en cada uno de nosotros. Esto no para que nos juzguemos los unos a los otros, porque “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra” (Juan 8:7).
Jesús nos empoderó a cada uno de nosotros con la capacidad de ir directo a su presencia, así de santa como es (y así de sucios como podemos estar nosotros en pecado). Ya no necesitamos intermediarios, sino que Jesús mismo nos enseñó a orar (Lucas 11). Ya no tenemos que depender de sermones para aprender acerca de Dios, porque el sacrificio de Jesús desató el Espíritu Santo sobre todo aquel que le reciba. La Biblia nos habla específicamente sobre la importancia de congregarse (Hebreos 10:25), pero podemos conocer a Dios mediante el entendimiento de las escrituras, tarea en la cual Su Espíritu nos puede asistir:
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” -Juan 14:26
*Congregarse es necesario para aprender sobre todo esto
La clave está en la relación con Jesús
Si tu fe está basada en experiencias ajenas, jamás echará raíces en tu corazón. Si no echa raíces, jamás verás los frutos de Dios en tu vida:
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley.” –Gálatas 5:22-23 (énfasis del autor)
Jesús se mueve porque está vivo, y te mueve a ese primer encuentro contigo. Luego de ese primer contacto cara a cara con El, jamás serás igual.
“Se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan, y se quedó allí. Y muchos vinieron a Él y decían: Aunque Juan no hizo ninguna señal, sin embargo, todo lo que Juan dijo de éste era verdad. Y muchos creyeron en El allí.” -Juan 10: 40-42
¿Cuándo fue el comienzo del ministerio de Jesús en tu vida? ¿Cuándo fue que comenzó Su obra en ti? Tus comentarios pueden edificarnos a todos.