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Esto fue en un retiro de jovenes reciente. Me quebrante porque no habia forma de que el Profeta Ricardo supiera las cosas que me decia, era como si Dios contestaba mis mas intimas preguntas a traves de el.

El domingo pasado les di la clase a los juveniles mientras los adultos escuchaban la predicación en el servicio general. Les traje una enseñanza acerca de la santidad. Wow. La verdad es que hay que dedicarles mucho a los niños para educarlos. No es que la santidad tenga todo que ver con abstenerse de pecado, pero me sorprendió ver la falta de conciencia acerca del tema. Hubo niños de 13 años que no sabían que mentir era pecado. Tuve que redirigir la clase hacia Éxodo 20, y explicarles los mandamientos.

Lo que yo pensaba acerca de la santidad

Antes, yo tenía una opinión respecto a la santidad. Y creo que ese es el problema con tener una opinión sobre algo, uno puede estar errado muy fácilmente. Debemos filtrar todas nuestras opiniones mediante esta pregunta: ¿Cuál es mi fundamento para pensar esto?

Yo pensaba que la santidad era necesaria para los ministros activos en la obra ministerial. O sea, personas que fueran líderes en alguna iglesia y que semana tras semana tendrían que estar orando por gente o predicándoles. Pensaba que la santidad era solo útil para poder tener unción, para poder sentirme más cerca de Dios y que El me usara (¡casi nada!).

Este pensamiento me causó mucha inconsistencia en mi vida. Sentí que Dios me llamó a servirle desde 2 o 3 meses luego de haberle entregado mi corazón. Eso fue hace 8 años tras, de los cuales 4 han sido de vaivén espiritual. Decidía obedecer y servir en algún ministerio, mayormente en el de adoración o de jóvenes (o ambos simultáneamente, como ahora), así que ahí me consagraba y trataba de evitar ciertos pecados intencionalmente. Me ponía la presión. Me mantenía enfocado en mi esfuerzo de vivir en “santidad” mientras mantenía la pasión por el ministerio en el que colaboraba. En el momento en que perdía interés, fuera por soledad, quemazón, frustraciones por no ver resultados o por conflictos con otros líderes, me descuidaba y volvía a caer en pecados que ya había “dominado”. Esto, a su vez, afectaba negativamente mi desempeño ministerial porque el pecado impide la manifestación de Dios (este punto es debatible, porque aquí entra en juego la misericordia de Dios y su amor por el pueblo). Las tareas se convertían en una carga porque dejaba de depender de Él. Trataba de hacerlo todo con mis fuerzas, que son insuficientes.

¿Qué es la santidad?

Busqué en el Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, y descubrí que la santidad no es solo alejarse del pecado. Santidad significa estar separados para Dios.

Cuando internalizamos esa definición, vivir en santidad es estar separados para Dios, cambia totalmente nuestra perspectiva respecto a la vida cristiana en general. Muy poco tiene que ver con el pecado, sino requiere reconocer que Dios quiere que sus santos, tú y yo, los creyentes, nos separemos para El. Significa que desde el momento en que Dios te encuentra, salva y bendice con palabra de propósito, a la vez te hace un llamado a vivir como uno de sus santos. Te dice que te ha separado para Su obra. Todavía sigue siendo decisión tuya cumplir o no, responder o no al llamado. Pero si decidieras acceder a ser luz en medio de las tinieblas de esta sociedad, requiere que reconozcas que estas obras no son tuyas. Solo serás la lámpara, pero el aceite que enciende la luz es un aceite santo.

¿Quieres ese aceite? Pues decide ser lámpara. Decide vivir en santidad. Separa tu vida para Dios. Esto significa que ya no te perteneces tú, por cuanto quieres que el fruto de tus acciones sea luz. Cada decisión que tomes debe ser filtrada por la Palabra para asegurarte de que el resultado brille. Que cada palabra que salga de tu boca sea luz, que cada reacción sea luz y dé testimonio de que eres lámpara de Dios.

¿Para qué la santidad? ¿Cuál es el beneficio?

Descubrí este pasaje en la Biblia:

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, éste es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” -Juan 14:21

Jesús revela por medio de esta declaración que hay una relación directa entre guardar Sus mandamientos, o sea hacer Su voluntad, y la manifestación de Dios a nuestras vidas. Esto recoge poder tener la unción suficiente para ministrarles a otros pero va más allá. Dice que así es que Dios quiere que le amemos, y que de esa forma Él nos amará, y se manifestará a nosotros.

Yo quiero que Dios se me manifieste. Yo no quiero perder tiempo tratando de descifrar el próximo paso a dar. Yo quiero instrucciones celestiales claras y precisas. Yo quiero que cuando ore, Dios me conteste y me revele qué debo hacer. Quiero que El me señale las piedras en el camino para no tropezar. Quiero que me dirija directo a Su bendición.