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“Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores.” -Génesis 37:3

Israel, antes llamado Jacob, expresó el amor diferente que le tenía a José al distinguirlo de los demás con esta túnica de colores. Por la envidia y el coraje que le tenían sus hermanos, lo primero que hicieron fue quitarle esta señal del amor especial que su padre le tenía. Luego lo vendieron como esclavo y quisieron hacer como si hubiera sido un accidente, utilizando su misma túnica para el engaño.

“Entonces tomaron ellos la túnica de José, y degollaron un cabrito de las cabras, y tiñeron la túnica con la sangre;” -Génesis 37:31

Se la llevaron a Israel para hacerle pensar que su hijo había muerto.

“Y él la reconoció, y dijo: La túnica de mi hijo es; alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado. Entonces Jacob rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días.” -Génesis 37:33-34

En este momento, la palabra no se refiere a Israel, sino a Jacob, su viejo hombre. Esto porque regresó a vivir el fruto de su vieja identidad como engañador, habiendo ahora sido engañado por sus primeros hijos, los cuales fueron criados por Jacob antes de ser transformado por Dios.

Puede que el mundo te haya traicionado y haya querido usar lo más que te distinguía de los demás para traer muerte a tu vida. Tus tesoros, dones, talentos, matrimonio, hijos… llevados a destrucción o fracaso.

Tu túnica es transformada en los procesos de la justicia de Dios:

Al pasar de los años, Dios utilizó procesos dolorosos de esclavitud y cárcel para poner a José en contacto y en gracia con las personas que luego lo ordenarían como Director de las operaciones de Egipto. Su antigua túnica, la apariencia reforzada por el amor de su padre, ahora transformada mediante los procesos de la justicia de Dios, reforzada ahora por el amor del Padre Celestial, toma forma de realeza en las manos de Dios.

Entrega tu túnica, de lo que antes te cubrías y gloriabas, por más colorida y atractiva que sea. Atrévete a teñirla con la sangre del Cordero, pues cuando nos sujetamos al proceso de Dios y recibimos en nuestros corazones el sacrificio de sangre que hizo Cristo, el Cordero de Dios, somos transformados en gloria.

Dios te glorifica y te posiciona como uno de los suyos, Rey o Reina, Señor o Señora, pues Él es Rey de Reyes, y Señor de Señores.