El pensamiento popular de esta generación es que “el respeto se gana”. La frase se siente bien cuando uno la dice porque nos pone en una posición de poder, pero carga un principio distorsionado, porque cuando yo trato a alguien de forma irrespetuosa, eso no habla de más nadie, sino solo de mí. En otras palabras, el irrespetuoso entonces fui yo, y la persona a la cual le falté el respeto, tal vez ni le afectó.  

Someto a tu consideración otra perspectiva: La confianza se gana, el respeto se otorga por honra. Las personas a mi alrededor ganan o pierden mi confianza a causa de sus acciones, eso habla de ellos. Yo trato a todos con honra y respeto porque eso habla de mí: eso dice que yo soy una persona de honra.

Cuando ponemos el enfoque en la confianza, entonces no arriesgamos nuestros testimonios como gente madura y de honra, sino que graduamos el acceso que le damos a la gente a nuestros corazones. Si no te has ganado mi confianza, no me arriesgo ni me comprometo contigo. Pero yo puedo tratarte con respeto, aunque no te hayas ganado mi confianza. Yo honro porque así soy, esa es mi identidad.

Honramos a Todos, de diferentes maneras:

  1. Personas con más experiencia y posición que nosotros

Una persona de edad mayor, aunque no se haya desempeñado en mi industria, tiene mucho para ofrecer en cuanto a sabiduría de vida. Autoridades a nivel de gobierno, empresarios, profesionales, ministros con trayectoria… Aunque no compartamos sus ideales, tenemos la humildad suficiente para reconocer el valor de sus experiencias. Los tratamos con respeto, observando la gracia que les dio sus victorias.

“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.” -Romanos 13:1

2. Relaciones de pares

“En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia.” -Proverbios 17:17

El versículo es clave. No dice “espera amor de los amigos”; sino dice “ama el amigo”. Es nuestra la responsabilidad de nutrir las amistades que Dios trae a nuestras vidas. Cuando nos encontramos en una crisis, la cantidad de personas con las cuales podamos contar será el resultado de cuánto hemos amado, cuidado y valorado las amistades a lo largo de los años.

Algunas personas que están más o menos “al mismo nivel” que nosotros profesional o ministerialmente, no necesariamente serán para que establezcamos una íntima amistad, pero cada relación tiene un propósito. Con algunos nos podremos desahogar porque entenderán lo que estamos viviendo, a otros los podremos escuchar en sus desahogos, con algunos podremos compartir un tiempo de risas y con otros podremos crecer.

3. Personas “con menos experiencia que nosotros” 

Incluyo las comillas en la frase porque la verdad es que las experiencias son relativas. Un joven podría tener muchísima más experiencia que yo en cuanto a algún deporte, juego, incluso alguna materia escolar. Tratamos a todos con respeto, sin menospreciar a nadie, porque Dios puede usar a un “niño pequeño” para enseñarnos lecciones muy grandes. Damos siempre un buen testimonio delante de todos y nos mantenemos dispuestos a ayudar, ofreciendo consejos sabios y apoyo a nivel de mentoría.

¿Cómo honramos a personas con las cuales hemos tenido diferencias? 

  1. No murmuramos contra ellos. Evaluamos cada conflicto y cada diferencia, tomando en consideración si vale la pena tratar de resolver. Si es importante resolver, entonces resolvamos de frente. Si no es importante resolver, lo dejamos en el pasado. En otras palabras: escogemos nuestras batallas. Hay asuntos que simplemente no nos corresponden, y tratar de resolverlos será solo una distracción que nos desviará de nuestras verdaderas asignaciones.  
  2. Guardamos distancia. Si las diferencias son irreconciliables, tal vez será mejor darle una pausa al asunto y pasar a otros proyectos, con otras personas.
  3. Oramos por ellos. Recientemente me puse a interceder por algunas personas que me estaban causando problemas. Algo poderoso sucedió: pude perdonar y recibí paz. También descubrí algo muy impresionante, y fue que, al entrar en un clamor sincero por ellos, Dios no tan solo puso misericordia en mi corazón para con ellos, sino que también me permitió ver mis propias fallas en cuanto al asunto. En mi arrepentimiento, recibí sanidad.

“El temor del Señor enseña sabiduría; la humildad precede a la honra.” -Proverbios 15:33 NTV

-por Héctor Alfredo Millán