Acabamos de pasar una Semana Santa muy diferente a lo acostumbrado, celebrando nuestros Servicios, Santa Cena y adoración mediante plataformas digitales y redes sociales. Entiendo que haber pasado la Semana Mayor en aislamiento social cumple un objetivo muy importante: se nos ha dado más tiempo para reflexionar sobre Cristo, nuestras vidas y más específicamente, el porqué de nuestras vidas.

El día de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, Él se apareció a sus discípulos y en ese encuentro, habló pocas palabras, pero quizás fue su mensaje más importante, pues reveló nuestra identidad y nuestro propósito divino:

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” -Mateo 28:18-20

  1. Jesús estaba estableciendo nuestra identidad

Jesús, el Verbo que fue en el principio con Dios, el Verbo que era Dios (y es), por quien todas las cosas fueron hechas (Juan 1:1-3), sabía que todo en la creación se multiplica según su género (Genesis 1:11); por lo tanto, al señalar que el fruto deseado por Dios para nosotros es que hagamos “discípulos”, estaba a la vez señalando la identidad con la cual Dios quiere que nos identifiquemos.

Somos hijos de Dios, pero no somos hijos rebeldes ni engreídos. Somos hijos con nuestras miradas puestas sobre nuestro Padre, para aprender de nuestro Padre. Lo que vemos al Padre hacer, eso hacemos (Juan 5:19), porque somos Discípulos.

Un verdadero discípulo se multiplica según su género: produce discípulos. Esto es identidad, en acción.

2. Jesús estaba revelando un diseño de éxito

El texto no dice “ve, y has discípulos”. Dice “vayan, y hagan discípulos”. La pluralidad implícita en la instrucción divina nos da a entender que tendremos éxito en la Gran Comisión en la medida en que logremos una identidad corporativa. No somos llaneros solitarios en asignaciones aisladas, sino miembros todos de un solo cuerpo: la iglesia. Para alcanzar la misión (hacer discípulos), todos los ministerios deberán operar en conexión, en acuerdo, en sinergia.

Cuando hablamos de “ministerios”, la Biblia presenta algunos más obvios en Efesios 4:11 (pastores, evangelistas, etc.), pero nuestro ministerio o nuestra aportación al cuerpo de Cristo no necesariamente se limita a un cargo oficial, según vemos aquí:

“Dios, en su gracia, nos ha dado dones diferentes para hacer bien determinadas cosas. Por lo tanto, si Dios te dio la capacidad de profetizar, habla con toda la fe que Dios te haya concedido. Si tu don es servir a otros, sírvelos bien. Si eres maestro, enseña bien. Si tu don consiste en animar a otros, anímalos. Si tu don es dar, hazlo con generosidad. Si Dios te ha dado la capacidad de liderar, toma la responsabilidad en serio. Y si tienes el don de mostrar bondad a otros, hazlo con gusto.” -Romanos 8:6-8 NTV

Tal vez no te atrae el púlpito. Como quiera, Dios dice que tu propósito no está ligado a lo terrenal, ni a lo temporero, ni a nada en este mundo que te pueda defraudar. Tu propósito está ligado a lo eterno; está ligado a la salvación de las almas y al crecimiento espiritual de muchos. Eres la iglesia. Todos somos necesarios y la manera de ser efectivos, es caminando juntos, en acuerdo.

El Precio del Propósito

Biológicamente, la reproducción humana puede fluir muy natural cuando hay atracción y conexión entre un hombre y una mujer. Eso no significa que la reproducción es sin dolor. Pregúntale a cualquier mujer: el parto duele.

De la misma forma, cuando nos proponemos cumplir con la Gran Comisión y multiplicarnos para hacer mas discípulos, debemos estar preparados para los dolores de parto. Diferencias entre los hermanos, roces, días de poco fruto, momentos de escasos recursos, retos imprevistos, pruebas de fe… siempre habrá dolores de parto.

Jesús nos dejó una palabra para consolarnos en este proceso:

“La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.” – Juan 16:21

Este es el enfoque: las vidas que renacen en Cristo, los nuevos discípulos que se añaden a la iglesia. Esta es la Gran Comisión, la encomienda, el propósito, la instrucción impartida por nuestro Señor. Para esto Jesucristo murió y resucitó, recibió toda autoridad y la delegó a su iglesia. Cuando nos mantenemos con nuestras miradas puestas en la razón para la cual el Señor nos capacita y empodera, el proceso será mas llevadero.

Es tiempo de enfocarnos en el propósito. Es tiempo de hacer discípulos.