Por años, el Rey Saúl persiguió a David e intentó matarlo muchas veces. Aun así, David siempre pudo contar con la amistad de Jonatán, hijo de Saúl.
Todos los capítulos de nuestras vidas tienen su pesadilla y su dulzura. Las mejores temporadas tienen también sus retos, su Saúl que te persigue; y hasta las peores temporadas tienen sus momentos buenos, su Jonatán que te bendice.
En 1 Samuel 31, ambos Saúl y Jonatán mueren en batalla el mismo día, representando el cierre de un capítulo en Israel y el comienzo de un nuevo reino, el reino de David, hombre con un corazón conforme al de Dios.
Para comenzar el reino de David, el pueblo de Israel tuvo que enterrar a Saúl y a Jonatán. Tuvieron que enterrar tanto la pesadilla como la dulzura de su vieja temporada. Saúl representa el gobierno impulsivo de la carne, mientras el nuevo reino de David puede representar el nuevo nacimiento del creyente y el comienzo de un nuevo capítulo en nuestras vidas.
Para poder comenzar este nuevo capítulo, debemos soltar tanto lo malo como lo no tan malo de nuestro capítulo anterior.
El problema es que muchas veces por querer retener a Jonatán, retenemos también a Saúl. Pero ambos Saúl y Jonatán tienen que ser sepultados el mismo día, si queremos entrar en lo nuevo de Dios.
“Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.”
S. Marcos 2:22