Uno de los retos constantes del cristiano que prospera económicamente es mantener el enfoque.

La tentación es convertir el dinero, el negocio, el trabajo, los viajes, las oportunidades y los bienes materiales en ídolos.

En la iglesia y en los púlpitos, la tentación es convertir la prosperidad económica en señal de bendición. Aunque vemos a lo largo de las Escrituras a un Padre que desea lo mejor para sus hijos y nos facilita muchos principios bíblicos para ayudarnos a progresar en todas las áreas, también vemos que el amor al dinero es la raíz de todos los males. Calibrar este balance es el reto.

Me viene a memoria la escena de Pedro caminando hacia Jesús sobre las aguas:

“Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!”

-Mateo 14:30

Se hundió, no porque estuviera haciendo algo indebido, sino porque perdió el enfoque. Desvió su mirada de Jesús.

Creo que esto le pasa a muchísimos cristianos empresarios y profesionales; incluso, a muchos ministros. Se hunden, no necesariamente porque estén emprendiendo fuera de la voluntad de Dios, sino porque perdieron el enfoque por el camino.

Pedro tuvo miedo porque se puso a mirar el peligro alrededor, entonces se hundió. Muchos cristianos prósperos también se hunden espiritualmente por el miedo: miedo a perder sus casas, sus autos, su reputación.

El miedo, entonces, los mantiene afanados. Los afanes, a su vez, nos hunden espiritualmente. Nos alejan de Dios. Nos alejan del propósito.

El dinero no es el propósito. Las vidas son el propósito.

Volver a la Gran Comisión que nos dejó el Señor es lo que nos trae de vuelta al propósito porque nos ayuda a entender por qué Dios quiere que prosperemos:

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”

-Mateo 28:19-20

Mientras nos afanamos trabajando, hay vidas que se pierden. Mientras vivimos por la meta de una casa más grande y un mejor auto, hay vidas que se pierden.

Tener cosas no es malo. Malo es que las cosas nos tengan a nosotros.

La señal de un cristiano próspero de verdad es su amor por Dios y su amor por el prójimo. Este amor se verá en nuestro desprendimiento. Este amor se verá en cuánto nos involucremos en los planes de Dios para la humanidad.

Seamos diligentes, trabajadores, emprendamos en fe, sostengamos nuestras familias bien, pero mantengamos el enfoque:

Las vidas son el propósito.

(Parte del mensaje “Principios de Reino y Finanzas P4: https://youtu.be/vexVxd2bm28?si=XqJwoxH3peZwGZkY)