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Cuando David se asentó en su reinado (1 Crónicas 13), propuso buscar el arca de Dios (el arca del pacto) porque desde el tiempo de Saúl no se le había hecho caso. Aún nos suele suceder. Nos envolvemos en los oficios de Dios, pero olvidamos lo más importante: Dios mismo. Pensamos que con trabajar para Dios, tenemos una relación con Dios. ¿Cómo podemos diferenciar el trabajar para Dios del trabajar con Dios? Cabe resaltar que todos comenzamos con la intención correcta.

Cuando iban llevando el arca, dice la Biblia que David y todo Israel se regocijaban con todas sus fuerzas y con todo lo que tenían. Es decir que trabajar con la presencia de Dios trae regocijo. Se hacen los mejores esfuerzos y no pesa porque se depende de Él, es la forma correcta de hacerlo. Si nos sentimos cansados, Dios nos ofrece reposo en su presencia. Los que confían en El, o esperan en El, correrán y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. Es una promesa (Isaías 40:31).

Durante el camino llegó un punto en el que los bueyes tropezaban y Uza extendió su mano para sostenerla. Aquí es que comienzan nuestros problemas, cuando las cosas no marchan según lo esperado y decidimos darle una mano a Dios para asegurarnos de que todo marche como siempre, “como debe ser”. Uza murió en aquel momento. Y cuando nosotros metemos la mano para distorsionar el orden de Dios, nosotros también comenzamos a morir poco a poco. Vemos que se detiene el movimiento y nos podemos desanimar. Una de las mejores armas que tiene el maligno para detenernos es el desánimo. El desánimo hace que no lo volvamos a intentar, que pase el tiempo y que nos sintamos cada día peor: insatisfechos e incompletos.

Pasado el incidente de Uza, David decidió no llevar el arca a su casa. Y muchas veces, a causa de nuestro desbalance de prioridades y de nuestra poca dependencia de Dios, otros deciden no llevar el arca consigo tampoco, pensando que el arca es la causa de sus males. La realidad es diametralmente opuesta. Recordemos que aunque no lo sepamos abiertamente, tenemos influencia sobre miles. Como escuche en una predicación: “cuando me levanto, se levantan miles y cuando me siento, se sientan miles”. Nuestras acciones tienen efectos en cadena sobre los que nos rodean y sobre los que habrán de venir. Tal fue el caso de Obed-Edom. A su casa fue llevada el arca, donde estuvo “con ellos” por tres meses. Fue bendecida por Dios su casa y TODO lo que tenía.

¿Qué hay en el Arca del Pacto?

Es imperante que el arca, la presencia de Dios, esté en nuestras vidas junto a otros elementos que contenía el arca. Dentro del arca se encontraban las dos tablas de la ley, la vara de Aron y una porción de maná. Necesitamos estos tres elementos: las tablas de la ley que representan la palabra de Dios, la vara que representa lo que nosotros tenemos que Dios puede utilizar (nuestros talentos, nuestro tiempo y nuestros tesoros) y una porción de maná que es el testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas y cómo nos ha bendecido. Algo que me asombra es que la vara de Aron reverdecía dentro del Arca. Todo lo que ofrecemos a Dios será bendecido y multiplicado por la combinación de primeramente la presencia de Dios, el estudio de e la palabra, y nuestro testimonio. Dios es el que nos hace reverdecer y hace nuestros pies como de sierva (livianos). El ministerio no fue diseñado para ser una carga, sino para que seamos bendecidos nosotros y nuestro entorno. Separados de Dios nada podemos hacer.