La semana pasada prediqué después de unos tres meses. Fue una experiencia interesantísima porque me sentí novata. Le doy gracias a Dios por la oportunidad. Uno de los subtemas fue el turno que tenemos todos en el calendario de Dios. Para llevar a cabo una misión, Dios escoge personas y las posiciona de acuerdo al llamado. Allí Dios se encarga de arreglar todos los detalles para que la misión se lleve a cabo.

El tema surgió de 1 de Samuel 17.  El pueblo de Israel estaba batallando contra los Filisteos, el rey que dirigía el escuadrón del ejercito del pueblo de Dios era Saúl, pero este quien interactuaba como rey en ese momento se encontraba en un bajón emocional y no acertaba a dar la orden que comenzaría la defensa del ejército. Apareció un joven a realizar una labor, aparentemente sin importancia, y al percatarse que su pueblo estaba siendo vilipendiado, comenzó a preguntar cuál sería la recompensa para el que venciera.

Buscando realizar un sueño, cumplir una misión de vida, defender los escuadrones de un ejército que debió defenderlo a él y de paso llevarle una loncherita a sus hermanos, aparece en escena David quien de allí en adelante estaría por siempre en la historia.

Nuestro Dios Creador se manifiesta en lo que se conoce como un tiempo Kairós o perfecto. El tiempo del rey Saúl había expirado porque cometió errores que se negó a admitir y prefirió culpar sus hermanos, al profeta, al tiempo y si hubiéramos estado cerca quizás nos hubiera tocado algo de la culpa de su fracaso. Al darse cuenta de que había perdido la confianza del profeta y de Dios, entró en pánico, del terror a la desilusión, de la desilusión a la amargura, de la amargura a la depresión y allí es donde lo registra 1 de Samuel 17. Incapaz de realizar las tareas mínimas de su posición, Dios entreteje una estrategia perfecta para introducir el reemplazo del rey.

Una de las características de Dios es que no descansa ni duerme. Él siempre trabaja. Su calificativo mayor es la misericordia, es paciente y muestra con estas historias que todo tiene un límite.

Todos cometemos errores y todos pecamos. La tentación de excusarnos, de pasarle la papa caliente al que está cerca de nosotros viene casi desde el momento de la creación con la famosa frase del primer hombre Adán.

Después que comió del fruto del árbol prohibido, llegó el momento de dar explicaciones. Al ser confrontado con su infracción declaró, “la mujer que me diste”. Tremenda demostración la de nuestro primer hombre, ejemplo en todo hasta en echar culpas. De la misma manera también tuvo que vivir su consecuencia y esta fue ser destituido de la residencia que disfrutaba cerca de Dios y ser enviado a vivir lejos de Él, a trabajar para comer y el resto lo pueden verificar leyendo la historia del Génesis.

Demostrando que no hay nada nuevo bajo el sol, la historia del rey Saul demuestra que la manipulación de la información, de las personas, de los eventos, solo se reproduce en mentiras; excusas que dejan nuestro nombre manchado y nuestra conciencia cargada. De nuestras emociones ni cuenta nos damos de como quedan después que decidimos infringir la ley, desafiar la confianza y defraudar a aquellos que en un momento confiaron en nosotros.

De esta historia real podemos aprender muchas y valiosas lecciones, reconocer nuestros errores, aceptar nuestras faltas y pagar las consecuencias necesarias. Perdonar los errores o agravios de las personas que nos hieren o fallan porque desde nuestra naturalidad es fácil señalar los desmanes de los demás y minimizar nuestros actos es solo parte de lo que se podría aprender de ese valioso tesoro.

El espacio que se me concede aquí es valioso pero limitado para alcanzar a cubrir lo que se puede aprender, pero solo recordar que nuestra vida tiene solo una oportunidad de ser vivida debería ser suficiente para alertar a más de uno a vivir la propia de forma definitiva y asertiva.

Dios tiene una agenda de bendición, abundancia, plenitud, gozo, esperanza, provisión y el cumplimiento de cada promesa que ya salió de su boca, para aquellos que forman parte de su pueblo escogido. Nuestra función es decir presente, caminar a realizar ese trabajo para el cual fuimos llamados y eso solo alcanzaremos a realizarlo si vivimos una vida enfocada en cumplir nuestra parte. En el camino muchos caeremos, cometeremos errores difíciles de reconciliar, pero nunca imposibles.

Es necesario reaccionar después de cada caída porque somos necesarios, pero no imprescindibles. Cada uno es Jesús en el campo de batalla, si decide representarlo.

El pueblo tiene mucha necesidad de ver las manos de Dios en acción. Hay mucha necesidad de escuchar la voz, las promesas de salvación y de perdón.

Si decides quedarte sobándote después de una caída, es tu libre albedrio accionando, Dios no lo va a impedir. Solo recuerda que siempre habrá un David que sin buscar gloria y sin hacer mucho ruido ingresará por la puerta trasera y traerá esa piedra pequeña pero necesaria para hacer tropezar al que quiera hacer tropezar los escogidos.

Escoge ser tú, ese Saul y reconoce que puedes levantarte antes que llegue el suplente porque tu tiempo de gracia ha terminado. La puerta para cambiar la historia acaba de ser abierta, la historia no tiene que ser como te la han contado.

Te bendigo y declaro en el nombre de Jesús, que lo mejor de tu vida está aún por llegar. El tiempo de restauración empieza por nosotros.

A tus ordenes siempre,

Nydia Millán- Pastora Asociada, Centro Cristiano Alcanza

Coamo, Puerto Rico