“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; … a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.”

-Isaías 61:1, 3 

El texto menciona un “espíritu angustiado”. Cuando buscamos el texto original en hebreo, dice “espíritu de pesadez”. A mayor pesadez, mayor también es la dificultad para llevar el peso. Así nos podemos sentir muchas veces emocionalmente, como si la vida fuera difícil de llevar, como si fuera difícil seguir hacia adelante. 

En la Nueva Versión Internacional, el texto dice “espíritu de desaliento”. Desaliento significa “decaimiento del ánimo o de la energía para continuar haciendo algo”. De las versiones en inglés, la Amplified Bible dice “heavy, burdened, and failing spirit”, que traducido es un “espíritu de pesadez, carga y fracaso”. 

Todas estas versiones parecen describir lo mismo: Se parece un poco a la depresión, ¿verdad? Así posiblemente lo diagnosticarían los psicólogos hoy, pero tenemos que entender cómo funciona esto en el mundo espiritual. 

¿Se ve la depresión en la Biblia? 

En 1 Reyes 19 vemos un relato interesante en el que el gran Profeta Elías, luego de grandes conquistas, se encuentra de momento pidiéndole a Dios que le quite la vida. 

¿Que le quite la vida?! Sí. 

“Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.”

-1 Reyes 19:1-4

Aquí vemos que Elías llegó a un nivel depresivo en el que incluso batalló contra pensamientos de suicidio.

En un próximo post aquí en la Revista Lo Esencial, les estaré explicando cómo un espíritu inmundo se establece en una persona, para luego traer otros espíritus peores y atar esa vida. Hoy solo quise resaltar la existencia de este espíritu de angustia y depresión, para traerte el remedio que la palabra de Dios nos propone. 

¿Cómo uno se libera de la depresión?

La palabra en Isaías 61:1-3 nos explica que la unción del Espíritu de Dios nos da un “manto de alegría en lugar del espíritu angustiado”. La pregunta entonces es: ¿Cómo yo activo esta unción sobre mi vida? 

Veamos cómo lo hizo el profeta Elías: 

“deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come.”

-1 Reyes 19:4-5

El asunto no es tanto lo que Elías dijo, sino a quién se lo dijo. Se dirigió a Jehová. El error que cometemos en nuestra depresión es que, en vez de hablar con Dios, nos encerramos en nosotros mismos. Nos encerramos en un discurso interno, agobiados y consumidos por la intensidad de nuestros pensamientos. 

En otras palabras: no oramos, no hablamos con Dios. 

Peor aún, no nos damos cuenta de que al encerrarnos en la soledad y solo en nuestros propios pensamientos, quedamos susceptibles a los dardos de fuego que nos envía el enemigo (Efesios 6:16); en otras palabras, en la soledad estamos más vulnerables a recibir los pensamientos negativos que el enemigo pone en nuestras mentes: pensamientos de desesperación, desánimo, angustia, depresión y muerte.  

Pero Elías, al dirigirse a Dios, provocó su salvación. 

“Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo…”  

-Joel 2:32

Esa palabra “salvo”, en el original hebreo, significa: rescatar, desatar, liberar y escapar. 

La unción del Espíritu de Dios se activa con tu voz, cuando invocas el nombre de Dios, cuando clamas a Él. ¡Hay poder en el nombre de Jesucristo! 

Es ahí donde comienza el proceso de liberación de la depresión. Cuando Elías clamó a Dios, Dios le respondió con instrucciones que le dejaron saber que su historia no había terminado.

Tu historia tampoco ha terminado. Dios tiene instrucciones para ti y cuando respondes a Su voz con obediencia, Dios te lleva a una nueva temporada llena de propósito.

Cuando te sientas desanimado, en angustia o deprimido, evita la tentación de encerrarte en la soledad. Cuando menos quieras orar, es cuando más necesitas hacerlo. Si necesitas ayuda, acércate a algún líder cristiano para que ore contigo. Dios te recuerda hoy Su promesa: 

“Clama a mí, y yo te responderé”

-Jeremías 33:3